Por el Dr. Antonio Las Heras.

Carl G. Jung (1875/1961) creador de la Psicología de los Arquetipos, definió a la sincronicidad como “la coincidencia temporal de dos o más acontecimientos no relacionados entre sí casualmente, cuyo contenido es idéntico o semejante.” O sea que se trata de una vinculación que de ningún modo puede explicarse a través de la normalidad que implica la relación causa/efecto o bien lo que conocemos como acción/reacción. Se trata de lo que – siguiendo al sabio suizo – se ha dado en llamar “coincidencias significativas” que son tales para la persona que la vivencia quien, además, advierte que no hay ligazón causal alguna que puede determinar el desencadenamiento de los hechos.

Estos dos hechos tuvieron lugar durante las primeras vacaciones que tome en cinco años. El lapso decidido fue el que comprenden los últimos veinte días de enero de 1986. Y el lugar un country, Loma Verde, situado siete kilómetros al norte de la ciudad de Escobar, en la provincia de Buenos Aires. Ese tiempo lo dediqué, exclusivamente, a descansar y pasar en limpio mi tesis de doctorado de Psicología Social. Esto último lo hacia irregularmente, eligiendo los horarios de acuerdo a mi estado de ánimo exclusivamente. A veces podía ser en horas de la mañana. Otras por la tarde. Excepcionalmente alguna noche fue utilizada para ese menester. En cambio hubo días que dejé el tema completamente de lado. Estas aclaraciones tienen como motivo demostrar que no existía previsibilidad en el momento durante el cual transcribía la tesis de los borradores a las páginas definitivas.

Durante este lapso viví acompañado por unas pocas personas, de mis afectos, en una casa de dicho country alquilada, apenas, un par de días antes.

Esa vivienda me era desconocida por entero, salvo por el hecho de haberla visto – desde fuera – en otras ocasiones. Dentro de la misma tuvieron lugar ambos acontecimientos sincrónicos. Quiero dejar expresado que tampoco hubo una elección de este sitio. Fue alquilada sin posibilidades de elección pues, para esa fecha – mediados de enero – era la única disponible en todo el country.

El primer fenómeno de sincronicidad ocurrió el jueves 23 de enero. Había estado trabajando intensamente en el copiado de mi tesis varias horas por la mañana y, tras una pausa, reinicié la labor por la tarde. Este último tiempo estuvo dedicado a transcribir unas páginas de mi libro “Estructura de la Psique Según Jung”  relativas al Arquetipo de la Sombra. En ellas me ocupo extensamente del símbolo de la bruja en el caldero. Analizo sus elementos arquetípicos, describo connotaciones psicológicas, etcétera. El asunto cubrió una media docena de páginas en hojas oficio, a dos espacios (en esos tiempos usaba una máquina de escribir, obvio) y me trajo muchos recuerdos sobre el tiempo en que había estado redactando aquel libro. Esto ocurrió, no tengo certeza absoluta pues los recuerdos se hacen difusos, entre 1979 y 1981. Después de su publicación, acontecida hacia 1983, rara vez volví sobre ese texto.

Por ello, ese jueves, me resultó especialmente atractivo observar las asociaciones que, casi media década antes, había podido realizar en torno a la figura simbólica de la bruja en el caldero.  Y, más específicamente, la bruja trabajando en el caldero dentro de una cueva apenas iluminada por el fuego que arde bajo el caldero.

Terminada esa redacción decidí hacer una pausa definitiva por ese día, para continuar – recién – al siguiente. Estaba, en ese momento, muy interesado en presenciar la proyección, por televisión, de un film que había deseado ver en varias ocasiones y que, por una u otra razón, resultara imposible. Se trataba de la película de Manuel Antín, basada en textos de Guillermo E. Hudson (1841/1922), que lleva por título “Allá lejos y hace tiempo.” Conscientemente estaba convencido que debía tratarse de una visión de la vida gauchesca en los tiempos que vivió Hudson en la Argentina. De ninguna manera habría supuesto yo que podía hallarse algún vínculo con lo que acababa de transcribir minutos antes. Sin embargo, fue así.

A poco de iniciada la proyección comienza a relatarse la venganza de una esposa sobre su marido mediante la intervención de una bruja; o varias. Avanza la descripción del tema y, finalmente, las cámaras muestran a una bruja, rodeada de otras, en plena oscuridad, solamente iluminadas por el fuego encendido debajo de un gran techo que semeja al caldero y completa la escena tal como la describo en “Estructura…” Luego, el film pasa a otras cuestiones. Mas la sincronicidad ya se ha operado. ¿Qué posibilidades existen, por azar, de que en un período no mayor a dos horas haya estado trabajando en el asunto de la bruja en el caldero y esto me sea mostrado en el film que elegí para entretenerme?. Una cosa entramada a la otra. Ni siquiera cabe aquí decir detrás de la otra.

Verdadera sincronicidad. Se cumple la solicitud jungiana de que existan dos o más acontecimientos unidos por su contenido y no por otra relación, como pueden ser la espacial o la temporal. El vínculo se halla dado por mi existencia. Yo fui el elemento, el ente, que otorgó sentido al fenómeno de sincronicidad. La descripción de la bruja en el caldero realizada por mí, hace años, en “Estructura…”se encuentra en esas páginas desde entonces. La obra de Antín es anterior a mi libro dado que fue estrenada en 1978. Y desde entonces se halla guardada en cada copia del film. Ambos hechos no tienen ninguna relación. Salvo en que ambos abordan, en una de sus partes – que en ningún caso es la más destacada – una cuestión común: la bruja removiendo el contenido del caldero mientras lo alimentan las llamas de la hoguera. Pero podríamos hallar decenas de textos y otras tantas películas donde también se presenta ese, para nosotros aquí, denominador común. Y no hay, por ello, fenómeno de sincronicidad alguno. Este se produce a través de mi intervención. Es mi psiquismo el que otorga un vínculo entre ambos hechos ocurridos de manera coincidente en el contínuo del espacio/tiempo. Un sentido que parece tener cierto tipo de vínculo causa-efecto. ¡Pero no existe! Por el hecho de yo haya estado escribiendo el asunto de la bruja no debe, necesariamente, aparecer un relato similar en televisión. Es más; normalmente no debiera ocurrir así. Más bien daría la impresión que fue mi psiquismo inconsciente el que organizó las cosas para que se produjera esta sucesión de imágenes semejantes. ¡Pero yo ignoraba los contenidos del film!  Jamás leí una página de Hudson. (Aunque ahora tenga especial interés en hacerlo…) Una acción de percepción extrasensorial por acción de la clarividencia – lo que, entonces, implica una explicación parapsicológica – podrían servir como herramienta para entender los mecanismos desencadenados. Ya Carl G. Jung, en varios de sus textos, vinculó ejemplos de sincronicidad con la producción de fenomenología extrasensorial parapsicológica.

Así merced a una clarividencia mía, tendríamos una causa para el hecho de sincronicidad. Pero me resultaría muy difícil, sino imposible, explicar por qué motivo produje inconscientemente ese acontecimiento extrasensorial. No parece haber causa suficiente. No me encontraba yo en algún estado modificado de consciencia en especial.

¡Pero hubo, después, otro fenómeno de sincronicidad más!

Curiosamente también tuvo como protagonista mecánico al televisor.

Este aparato – que se encontraba en el dormitorio y era parte de los muebles ya incluidos en el alquiler – se convirtió en partícipe necesario de ambos hechos.

El fenómeno de sincronicidad al que recién me referí sucedió hacia la media tarde.

El que relataré a continuación a eso de las 14 horas del domingo 2 de febrero, justamente durante el último día de vacaciones.

Me desperté tarde con el deseo de descansar todo el día si fuera posible dentro de la casa y, con solamente, dedicar una hora para escribir un pequeño artículo que me había sido pedido para una revista. Encendí el televisor pasado mediodía. Cambié canales y, finalmente, dejé sintonizado un programa deportivo en canal 13. Terminado éste pasé al canal 9. Como el tema no era interesante busque algo para leer sin tener que levantarme de la cama. Hallé, tiradas en el suelo, dos publicaciones. Actualidad Psicológica y el Giornale del Misteri,una revista italiana que recibo desde hace años y dónde fueron publicados algunos artículos de mi autoría. Se trataba del número de octubre de 1985.

Estaba allí por una rara “casualidad”. El viernes 31 de enero yo había tenido que viajar a Buenos Aires para asistir, por la noche, a la reunión mensual de miembros del Instituto de Ciencias del Hombre, que entonces presidía- (Hoy denominado Instituto Humanístico del Río de la Plata.)Por la tarde había estado en otro edificio, a unas diez cuadras del Instituto, donde tengo mi despacho. Recogí varias cosas con el objeto de traerlas al country y ocuparme de ellas durante los dos últimos días de vacaciones. Sobre la mesa del despacho había dejado yo, días antes, ese ejemplar del Giornale.

Este, por otro lado, había permanecido ensobrado un lapso prolongado en la cocina del piso donde funciona mi despacho. Y, a su vez, había sido traído durante una mudanza. Se trató de una mudanza muy especial que realizó quien en esos días era mi pareja. Se trató del traslado de una heladera y un ropero que todavía quedaban en la casa de mis padres, que yo había heredado más de una década atrás; y que a lo largo del último año (1985) estuvimos desarmando para, luego, venderla. Doy todas estas explicaciones a raíz de que la revista citada hacía más de dos meses que estaba abandonada, en aquella casa. Dejada por error por el cartero en lugar de depositarla en la casilla de correo donde sí recibo la correspondencia. Yo fui el primero en encontrarla, tirada en el garage de esa residencia ya solitaria. Ese día olvidé traerla, sería inicios de noviembre, no recuerdo por qué motivo.

Regresé al lugar a intervalos de una semana. Volvía con tales o cuales papeles, pero la revista siempre quedaba en la casa sin yo desearlo conscientemente. Más de una vez ubicado en el auto y a punto de arrancar recordé que no la traía. Pero no sentía deseos de volver a bajar del auto, abrir la puerta y recogerla. Finalmente como digo, fue traída durante la última mudanza no por mí, sino por mi pareja.

Agarró la revista y comienzo a hojear la. Normalmente no la leo. Miro uno que otro título y pasa a la hemeroteca del Instituto. Pero, esta vez parece que había un deseo en mí impulsandome a practicar la lectura del italiano. Aunque el televisor continuaba funcionando, Leí algunos párrafos y los traducía mentalmente. Como el programa sintonizado por canal 9 no me gustó intente probar el canal 7. Había un programa documental, periodístico y musical realizado por españoles, llamado “Punto de encuentro.” Una búsqueda de unión hispanoamericana destacando el próximo medio milenio del descubrimiento de este continente. Lo dejé allí y continúe mirando la revista. Finalmente aparecieron unos números musicales atractivos, por lo que dobló al Giornale con el objeto de saber hasta donde había estado mirándolo, y me aboque a escuchar la televisión. En eso, entró al dormitorio el hijo de mi pareja, de 10 años de edad.

Estuvo un par de minutos, le informé que los demás estaban en la pileta y salió para la cocina. Regresó con una limonada que acababa de prepararse justo cuando el programa presentaba al doctor Jiménez del Oso hablando sobre misterios de la antigüedad ibérica.

Le pedí que prestara atención y, juntos, escuchamos el asunto referido a unos monumentos megalíticos de procedencia desconocida, tanto como su utilidad, que se hallan en Menorca, una de las Islas Baleares. Me pregunta el chico, al concluir la proyección, donde queda Menorca. Se Lo explico. Y dado que ya el programa comenzaba a referirse a cuestiones que no me interesaban y mi ocasional acompañante salió a dar una vuelta en bicicleta, regresé a la lectura. Tomó la revista en mis manos, y grande fue mi sorpresa al comprobar que el Giornale había quedado doblado en la página 21 donde el título era “I megaliti di Mahon” se refería, con fotos y mapas, a los monumentos megalíticos de Menorca. Un atractivo artículo de tres páginas parecía buscar complementar la audición que acababa de concluir. ¡El proceso exactamente inverso al fenómeno de sincronicidad procedente! Aquí fue primero la imagen visual y, luego, el texto escrito. Allá el texto escrito (escrito por mí, entonces) y después lo televisivo. O, dicho con mayor precisión, expuesto por la televisión. Quiero destacar que en ambas ocasiones se trató de programas producidos con anterioridad. El film de Antin, como quedó anotado, fue estrenado en el año 1.978. Este programa ibérico se proyecta en Buenos Aires con algunos meses de atraso. En ningún caso la programación estaba produciéndose directamente en el canal. Sino que ya estaba producida.

Esto impide cualquier tipo de supuesto vínculo telepático entre los expositores televisivos y yo. O, al menos, lo torna sumamente improbable.

Volvemos a preguntarnos, sólo que referido a este nuevo acontecimiento sincrónico; ¿Qué probabilidades existen de que tenga lugar una coincidencia entre algo que se está proyectando en un canal – y el tema no duró más de ocho minutos – y un artículo aparecido en una revista extranjera, de la cual ya aparecieron más de 170 números?. Pero la pregunta debe ser formulada con mayor objetividad. Veamos las variables que deben ser anotadas:

a.-) El tipo de tema. Construcciones megalíticas. Es un aspecto rara vez tratado por la televisión. De haber sido un reportaje a alguna actriz conocida y la revista un semanario de actualidad, las posibilidades de coincidencia aumentan notablemente.

b.-) Cantidad de páginas de la revista. El número del Giornale al que hacemos referencia cuenta con 82 páginas. No son pocas. Y, justamente, dejó la revista doblada en el comienzo de un artículo que ocupa solamente tres. Esta variable significa que la posibilidad de que la revista quedará abierta en ese sitio y no en otro, es del orden de 1/82.

c.-) Elección del canal televisivo. Canales en Buenos Aires teníamos cuatro. El quinto procede de la ciudad de La Plata, pero desde el country, con nuestro aparato, no conseguimos captarlo. De todos modos a esa hora no transmite. De los cuatro que efectivamente son sintonizables yo había utilizado tres. Restaba el 11. Este es otro punto a tener en cuenta. Y que aumenta mucho más la dificultad para encontrar una explicación sencilla al tema. Porque no es, únicamente, preguntarse sobre las probabilidades de coincidencia entre tema de emisión y tema tratado en la revista. Aquí debemos tener presente que hay cuatro canales que podía yo haber elegido. ¿Por qué dejé ese y no intenté el 11, por ejemplo? Por aquellos años los llamados “canales de cable” no existían.

d.-) Conocimiento de la programación. En el fenómeno de sincronicidad procedente yo conocía en qué canal, a qué hora y cuál era el tema que deseaba ver. En este caso no. Carecía de programa televisivo. Por ello me limité a encender el aparato y recorrer canales tratando de encontrar algo que me resultara de interés. Esto aumenta más la Improbabilidad de explicar la coincidencia como un mero efecto de azar.

Una vez mas lo único que aparece otorgando un sentido y sirviendo como nexo entre el tema televisivo y el tema escrito es mi presencia. Es algo en mi que otorga un sentido particular a la existencia de los dos hechos de por sí separados en tiempo y espacio. Curiosamente, recuerdo al escribir esto, que yo soy producto de españoles e italianos. Español mi padre e hija de italianos mi madre, ambos fallecidos hace años. Aquí tenemos un programa televisivo producido en España y una revista redactada e impresa en Italia. El autor del artículo sobre megalitos es italiano, Enza Masa. ¿Acaso el hecho sincrónico fue guiado por una fuerza desconocida procedente de mí, que buscó unir – como se produjo genéticamente al tener lugar la concepción de quien escribe – elementos de ambas penínsulas en una reviviscencia simbólica del acontecimiento de mi concepción?. Para fortificar más esta hipótesis tenemos que el tema elegido es un interrogante sobre orígenes. 

¿Quiénes y para qué construyeron los monumentos megalíticos de Menorca hace unos 4.000 años? ¿Fue la pregunta sobre el origen la que provocó el desencadenamiento sincronico? Queda el interrogante abierto.

Antes del punto final deseo dejar anotado que el lunes 20 de enero vimos, desde el country, a las 20.50 horas, el paso de un objeto volador no identificado, una esferita blanca muy luminosa, que se desplazó de norte a sur y a gran velocidad. ¿Una presencia numinosa?, tal como lo describió Carl G. Jung… Mi pareja, embarazada de dos meses de quien sería Iván, mi primer hijo, estaba conmigo, también mi hija espiritual y su hijo de tres años. Todos vimos esa Luz similar a la que se produce el vapor de mercurio. ¿Un suceso sincrónico más reflejando el estado de mi espíritu durante esas vacaciones?

Loma Verde, (provincia de Buenos Aires),  2 de febrero de 1986.

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, magíster en Psicoanálisis, parapsicólogo, filósofo y escritor. Preside el Instituto Humanístico del Río de la Plata.  e mail: alasheras@hotmail.com