Por Antonio Las Heras

El sábado 11 de junio de 1977, varios agentes de la KGB (policía secreta soviética) entraron al departamento moscovita de Robert Toth corresponsal del diario estadounidense The  Angeles Times. Detenido, fue confinado en la penitenciaría de Lefortovo y sometido, durante dos días, a intensos interrogatorios. Luego, Toth, de 48 años de edad, quedó en libertad. Ese mismo mediodía almorzó con el embajador norteamericano en la URSS, señor Malcom Toon. Mientras tanto, los diarios de todo el mundo repartirían la noticia, particularmente a través de la agencia United Press International. ¿A qué se debió tanto alboroto? ¿Por qué, imprevistamente, la KGB decide detener a un periodista norteamericano poniendo en peligro las siempre inestables relaciones entre ambos países? ¿Cuál fue el motivo por el que – de inmediato – la embajada estadounidense otorga un voto de confianza a ese periodista, simbolizado en un almuerzo con Toon? ¿Qué hubo detrás de lo que, en principio, pareció ser el simple interrogatorio de alguien que tiene buenas relaciones con los disidentes soviéticos?

Si leemos con atención los cables que UPI remitía en aquellos días habremos de halar la respuesta a tanto misterio: Segú la KGB, Robert Toth sido detenido bajo sospecha de recibir información secreta de un especialista soviético en parapsicología.

Esa es la clave.

Porque la Parapsicología ya entonces, era la llave capaz de abrir muchas puertas, cerradas todavía.

Los soviéticos sabían esto desde hace años. Ya en febrero de 1968 tuvo lugar en Moscú un Congreso sobre Telepatía. Varios estudiosos expusieron durante el transcurso de las sesiones medulosas, investigaciones sobre el tema. Entre ellas, merece destacarse una que todavía llena de asombro… y temor: el ingeniero Vladimir Fidelman presentó un trabajo donde se verificó la posibilidad de interceptar una transmisión entre dos mentes. Lo que significa lo siguiente: Ud, lector, y yo, tenemos desarrolladas dotes telepáticas. Nos estamos comunicando a distancia sin más medio que nuestras mentes. En estas circunstancias, un tercero, ajeno a nosotros, intercepta nuestro diálogo telepático sin que nosotros lo sepamos. Desarrollada lo suficiente esta práctica es evidente que ningún pensamiento quedaría oculto para tales dotados. Con sólo concentrarse estarían en condiciones de averiguar los pensamientos de cualquier persona aunque esté situada a miles de kilómetros de distancia. Porque según lo han demostrado los científicos, estudiosos de esa materia – la telepatía no conoce fronteras, cercos o distancias. Funciona independientemente de ellas.

Si la interferencia telepática era un hecho consumado (aunque sólo fuera como práctica de laboratorio) hace más de un siglo, ¿a qué punto habrán llegado ahora? ¿Cómo no iban a arriesgarse a detener a un corresponsal estadounidense teniendo sólo la sospecha de que había recibido información secreta sobre experimentos parapsicológicos? Es evidente: la Parapsicología será el arma del futuro. Podrá utilizarse para el bien, pero igualmente será útil para el mal. Eterna dicotomía. El arma bajo el cual quedan supeditadas todas las restantes. Veamos:

¿Quién pone en funcionamiento una computadora? ¿Quién dirige el rumbo de un cazabombardero? ¿Quién programa a los misiles? ¿Quién traza la estrategia de una batalla? ¡Quién guía el rumbo de un submarino atómico? Etcétera. En todos los casos la respuesta es única: los humanos. Ahora bien, si tenemos la forma de interferir la mente mediante el uso de otra mente humana más desarrollada, ¿Qué otra arma necesitamos? Si uno puede leer a distancia el pensamiento de un general, saber qué decisiones tomará el Primer Ministro, y si, además se está en condiciones de influir sobre sus mentes alterando los pensamientos, ¿qué necesidad hay de otras armas? Parapsicología: ¿el arma total?

No sólo los soviéticos trabajaban en esto, por supuesto. También lo hicieron los estadounidenses, franceses, ingleses y alemanes. Todos ellos están convencidos de la existencia de poderes mentales todavía no conocidos, ni aprovechados.

Probablemente, Robert Toth, había recibido información vital sobre las últimas experiencias soviéticas en Parapsicología. Esa información le habría llegado a través del alguno de los disidentes con los que mantenía buenos contactos. La KGB se enteró de esto, y no vaciló en actuar. Demasiado grande podría ser el precio si esos conocimientos llegaban a Estados Unidos.

Aparentemente Toth no sabía nada del asunto o la rápida intervención de la Embajada de su país hizo que la KGB actuara con mayor cautela, porque el periodista fue rápidamente liberado. Sin embargo, no es casual que tras su libertad, en rueda de prensa, Toth manifestara su aprecio por el apoyo recibido de la Casa Blanca y del Departamento de Estado en Washington. “Cuando se está extraviado en el bosque, se pregunta si alguien se interesa por uno”, terminó diciendo el periodista.

Y el lector, conocedor de cómo se mueven las telarañas internacionales, puede preguntarse: “¿Por qué no ha reaccionado igual que en otros casos similares en que se dejó al detenido librado a su suerte?”

Resulta demasiado evidente que había un interés especial por Toth. ¿El corresponsal del “Los Angeles Times” había recibido información secreta sobre experiencias parapsicológicas?

Eso no ha trascendido. Forma parte de los entretelones del espionaje. Ahora abocado a dilucidar los misterios de la mente humana. ¿Con qué fin?

Cuando los submarinos atómicos estadounidenses navegan debajo de la capa de hielo que constituye el Polo Norte, las comunicaciones se interrumpen. Ninguna onda de radio puede atravesarla. Los hombres quedan totalmente incomunicados. Abandonados a su suerte… y a la confianza en los instrumentos de a bordo. Sin embargo, en varias oportunidades la comunicación entre el submarino y la tierra quedó restablecida a través de las ondas mentales.

Ya a mediados de 1965, en círculos científicos, se afirmaba que por primera vez en la historia se había realizado un contacto mental entre un dotado que estaba en el Pentágono y otro a bordo del submarino atómico Nautilus, que navegaba bajo el casquete polar norte, a miles de millas de distancia (tomado del vespertino La Razón, de Buenos Aires, del 7 de julio de 1965, primera página). Allá donde todo otro tipo de comunicación resulta imposible, las ondas mentales se abren camino con éxito. ¿Quién no habrá de interesarse por semejante conocimiento?

En su momento, el doctor en Astronomía Carl Sagan, miembro de la NASA y director del Proyecto Vicking que permitió depositar amortiguadamente dos sondas en el planeta Marte, declaró que, a su juicio, “las naves espaciales tripuladas del futuro no llevarán equipos de transmisión, lo que permitirá disminuir su peso, ya que los astronautas mantendrán contacto telepático con sus bases en la Tierra o en otras partes del espacio”. Proviniendo de tan encumbrado astrónomo es una afirmación que no debemos dejar pasar por alto.

En aquellos momentos existían cátedras y gabinetes de Parapsicología en casi todas las importantes universidades del mundo. En ellas se llevaban a cabo experimentos asombrosos que demuestran las enormes posibilidades que tiene el factor parapsicológico. Por ejemplo, se ha introducido a un dotado (se llama así a aquella persona que manifiesta producir con cierta regularidad fenómenos parapsicológicos) en una Jaula de Faraday, aparato que posee la característica de impedir que las ondas de radio, televisión, etcétera, atraviesen su estructura exterior. Una vez allí, el dotado comienza un período de concentración. En otra sala, de otro edificio, situado a varios kilómetros de distancia, una persona que el dotado no conoce se concentra también pero en la observación de un cuadro. A los pocos minutos, el hombre situado en el interior de la Jaula de Faraday comienza a describir el paisaje que hay en el cuadro. ¡Asombroso! No solamente las ondas mentales atravesaron lo que ningún otro tipo de onda conocida puede atravesar, sino que la mente del dotado pudo ubicar en la distancia a la persona correcta que, como ya dije, éste no conocía.

Más notable aún es el fenómeno de psikinesis o movimiento de objetos sin que medie ninguna fuerza física conocida.

Algunos dotados únicamente concentrando su mirada en un objeto logran moverlo, trasladándolo de un lugar a otro. La psiquinesis (o psicoquinesis) o telekinesis, está plenamente confirmada. Y tanto Estados Unidos como la Unión Soviética tuvieron en estudio a personas que, de vez en vez, mueven pequeños objetos sin tocarlos, ni valerse de medio alguno, fuera de la concentración mental. Lo que se denomina estado de paragnosia (conocimiento paranormal, o saber paranormal).

Me pregunto: ¿Cuál es el límite de semejante poder? ¿Y si no lo hay?

Sabemos que una persona media utiliza, apenas, un cinco por ciento de sus posibilidades mentales, ¿qué ocurriría con alguien que utilice el cincuenta por ciento? ¡Dominaría el mundo! No queda ninguna duda. Ahora bien, si en condiciones normales ciertos dotados tienen la capacidad de mover objetos del tamaño de un teléfono, ¿no puede esa cualidad desarrollarse hasta permitir levantar por los aires a un submarino que navegaba a doscientos metros de profundidad y a miles de kilómetros de distancia del lugar en que se sitúa el dotado? ¿Poe qué no?

¿Cómo no calificar, entonces, de secreto militar a la investigación parapsicológica? ¿Qué servicio de inteligencia, red de espionaje o policía secreta (como la KGB) no habrá de interesarse por acumular conocimientos al respecto?

  • ¿Qué ocurrirá cuando la Ciencia haya experimentado lo suficiente y quede en condiciones de transformar a una persona común en calificado poseedor de dotes extrasensoriales? Un batallón de dotados. Ocultos. Bien protegidos en refugios antiatómicos. Dirigiendo los destinos de la Humanidad. ¿Adueñándose del mundo para sí? ¿Será posible controlarlos después? ¿Cómo aventajar a alguien que puede leer nuestras mentes y saber, por ende, de antemano lo que estamos por hacer? Pro y contra. ¿La rebelión de los dotados? ¿Para bien o para mal? Una pregunta trascendente: ¿El aumento de las aptitudes mentales lleva a un mejoramiento del nivel espiritual? He aquí un hecho fundamental. Porque de responderse a esta pregunta con un sí, entonces los dotados sólo actuarían para el Bien.

Veamos algunas de las infinitas aplicaciones que eso permitirá:

  • Hallar a personas extraviadas en cualquier lugar del mundo.
  • Establecer comunicaciones telepáticas sin límites de distancia con grupos de expedición en los continentes, bajo las aguas… y aún en el espacio exterior.
  • Desaparición de los pesados equipos de transmisión radial… y también de los más livianos.
  • Levantamientos de objetos pesados con el auxilio de la telekinesis (Esto, tras el desastre provocado por un terremoto, donde hay que remover innumerables escombros en búsqueda de víctimas heridas y atrapadas bajo toneladas de ladrillos, será de inmensa utilidad)
  • Posibilidad de viajar por la atmósfera a baja altura, sin más auxilio que la levitación. (Es el poder parapsicológico de quebrar la Ley de la Gravedad, por decirlo de una manera bien gráfica porque, en verdad no hay tal quebrantamiento…) Lo que ayudaría a un traslado económico, aún para los más carentes de recursos.
  • Establecimientos de grupos de trabajo (especialmente científico) donde las mentes de los integrantes se hallan telepáticamente interconectadas, permitiendo así el máximo aprovechamiento de los conocimientos personales de cada uno y ayudando a tomar rápidas resoluciones, dado que una vez interconectadas, todas las mentes funcionarán como si fueran una sola, de enorme e insospechada capacidad.

¿Quiénes serán los elegidos?

De acuerdo con los más recientes estudios todos los seres humanos tenemos, en potencia, dotes extrasensoriales. Esto significa que, si en un futuro, en potencia dotes extrasensoriales. Esto significa que, si en un futuro se encontrara la forma de poner en actividad nuestros parasentidos que parecen encontrarse ahora adormecidos en la mayoría de nosotros (dado que los dotados son pocos numéricamente), la fórmula halada  sería igualmente útil para toda la Humanidad. Otro interrogantes: Si podemos ser dotados todos, por qué no lo somos ya? ¿Qué es lo que lo impide?  El profesor Lazare Sukharebski, doctor en Medicina, afirma que al menos las actividades telepáticas eran normales en nuestros antepasados. “Un hombre podía entonces transmitir a otros hombres alejados de él una señal de peligro o alarma. Pero, cuando hubo dominado el secreto del fuego, el humo o la llama de un hogar se convirtieron en la señal de apuro para el hombre prehistórico”. “El desarrollo de la civilización – finaliza diciendo – volvió inútil la comunicación telepática…” (Revista PLANETA Nº26, Pág. 28, Edición Argentina). Claro, uno puede preguntarse: ¿Y por qué los hombres que aún hay diseminados por la Tierra viviendo en la Edad de Piedra no se comunican telepáticamente? Pero la pregunta no es válida. Esos hombres ya conocen el fuego. Comenzaron su proceso civilizatorio. Se alejan del estado natural. Por ende, según Sukharebsky, ya perdieron la gran mayoría de sus dotes paranormales las que, ahora, están adormecidas en ellos como en nosotros.

¿Habrá que intentar un retorno a la vida en contacto con la Naturaleza para recuperarlas? No. La Ciencia nos demuestra que, a través del laboratorio y la experimentación, es posible sacar de un largo letargo a nuestras facultades extrasensoriales.