Por Antonio Las Heras

En mayor o menor medida, los argentinos tenemos algún conocimiento de que en la provincia de Jujuy hay un sitio llamado Termas de Reyes donde existen aguas termales de reconocidas propiedades curativas. A su vez, son muchos los extranjeros que – desde hace décadas – visitan el lugar. Pero, ¿cuál es la historia de este sitio enclavado en un maravilloso paisaje que combina arroyos, cerros, cielo diáfano y monte selvático?

A unos 150 Km. aproximadamente al norte de San Salvador de Jujuy, ciudad capital de la provincia argentina de Jujuy, se encuentra la localidad de Casabindo, en el departamento de Cachinoca. Pocos conocen que se trata del segundo pueblo más antiguo del país. Allí residía, en tiempos precolombinos, el “curaca”, o sea el jefe de los grupos culturales que poblaban el noroeste bajo dirección y supervisión incaica.

Es interesante señalar que, tanto los jerarcas como miembros sacerdotales ya – hace siglos – eran asiduos visitantes de ciertas aguas consideradas sagradas a causa de sus propiedades benéficas para la salud humana. Un sitio en medio de la selva, próxima a la famosa red caminera precolombina conocida hasta hoy como Camino del Inca. A las aguas allí surgentes se les atribuyeron, desde muy antiguo, poderes mágicos.

Las tradiciones orales, a la llegada de los europeos a esta parte de América, les permitieron conocer que existía un sitio al cual, cada tanto tiempo, concurría el Inca en persona – prácticamente en peregrinación – acompañado de su séquito y guardia armada, a efectos de conseguir curación y protección lo que era alcanzado sumergiéndose ritualmente en esas pequeñas lagunas naturales que la Pachamama y otras divinidades de la Naturaleza había provisto de aguas a elevadas temperaturas llenas de sustancias curativas.

Particularmente atraídos por el relato, los españoles fueron a la zona – no faltaron quienes pensaron se trataba de la mítica Fuente de Juvencia con la que es posible obtener la inmortalidad – y tomando el relato de la presencia del Inca como referencia bautizaron al sitio con el nombre de Termas de Reyes. Tal como se lo conoce hoy y así figura en el mapa. Zona jujeña de gran concurrencia turística, con un hotel de excelente construcción donde, inclusive, estuvo Eva Perón y en el cual se conservan elementos por ella usados durante el tiempo de permanencia.

Pero regresemos al tiempo de la llegada de los europeos. El sendero bordeaba un río que corre serpenteante en lo profundo entre estructuras montañosas; hoy se lo conoce como río Reyes. Se trata de un camino difícil a causa de los desniveles y frecuentes pequeños derrumbes de los cerros adyacentes. Por allí se encaminaba la  jerarquía incaica, quienes conociendo la peligrosidad del terreno y el cruce de cornisas, no cejaban en el impulso de arribar al preciado lugar en que conseguirían obtener los beneficios de las aguas sagradas más calientes que se conocían. Claro, lo que hoy llamamos “aguas termales.” Con sus avanzados conocimientos médicos, apreciaban los aspectos de relajación corporal, la circulación sanguínea y la eliminación de toxinas.

El Inca, hijo del Sol, junto con su familia y principales miembros, eran los mayores beneficiarios de esas aguas; sostenidos en una concepción mágica que relacionaba las curaciones del cuerpo y del alma. Conocían los secretos del termalismo y los disfrutaban.

Tengamos en cuenta que la importancia del agua que brota de entre las rocas siempre tuvo trascendencia en la cultura incaica. Así, en Tambomachay (situado a 7 Km. de Cuzco; actual Perú) se encuentra el sitio conocido como “Baño del Inca” o “Baño de la Ñusta” (“ñusta” es la princesa o esposa del Inca), una construcción notable por su excelencia arquitectónica y el magistral ensamblado de las piedras que forman sus muros. Posee, asimismo, un extraordinario sistema hidráulico, dentro del cual el agua en sí misma era venerada como fuente de la vida. Resulta notable que, hasta el presente, no se ha podido descubrir el origen del manantial que abastece de aguas tan limpias y abundantes a las fuentes. Tales eran los específicos conocimientos con que contaban los ingenieros hidráulicos del Imperio Incaico. Experticias tan avanzadas que los arqueólogos e historiadores se siguen preguntando de dónde obtuvieron esas capacidades…

Hay otro “Baño de la Ñusta” similar en Ollantaytambo, conformado igualmente por piedras perfectamente ensambladas, con reborde tallado y perfectas canaletas para el desagüe.

Volviendo a la zona de Termas de Reyes, en la actualidad, resulta suficiente con salir a caminar en torno a dónde se encuentran estas aguas termales para – de inmediato – poder imaginar la llegada de los incas a estos territorios majestuosos rodeados de bosques, intuyendo las posibilidades de juventud y sueños de eternidad.

Estas culturas fueron transmitiendo sus conocimientos acerca de las propiedades de las aguas hilvanado poéticamente hechos y leyendas, en las cuáles con múltiples matices, priman la vida, la muerte, al amor y el odio. Las sorprendentes fumarolas de aguas hirvientes con aroma azufrado.

Los incas tenían una visión de las aguas termales no tan cercana a la ciencia sino, más bien, a la estética del lugar y la obra de la Naturaleza propiciada por las deidades a las que rendían culto.

El agua era el elemento más importante en la Cosmología Inca; se trataba del principio dinámico a través del cual explicar el movimiento, la circulación y las fuerzas de cambio. Para ellos el agua se veía como la esencia misma de la vida. Este pensamiento básico del agua fue fundamento de la cosmogonía incaica acerca del origen de los pueblos y de los derechos tradicionales a las aguas y a las tierras que formaron sus estructuras políticas y económicas.

La Dra. Silvia Limón Olvera, investigadora de la Universidad Autónoma de México, destaca como propuesta novedosa, la asociación del dios pluvial con el gobernante inca, que representó la conjunción de las dos fuerzas que hicieron posible la producción de los alimentos: la lluvia y el Sol.

Para los alquimistas europeos el agua es el “disolvente universal”, cualidad que lo distingue de los demás elementos. Surge la pregunta… ¿Los Incas habrán llegado a similar conclusión?

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo y escritor. e mail: alasheras@hotmail.com