Escribe el Prof. Dr. Antonio Las Heras
A cien kilómetros de la ciudad de Salta (capital de la provincia homónima, República Argentina) se encuentra Tastil, ciudad preincaica que comenzó a erigirse hace mil años en lo alto de una zona montañosa que, en la actualidad, se muestra inhóspita por lo desértica. Se trata de 17 hectáreas, a 3.200 metros de altura sobre el nivel del mar. Estuvo habitada hasta, aproximadamente, el año 1.400, cuando fue abandonada; aunque las razones concretas de por qué sucedió eso aún son desconocida. Hay varias hipótesis, como después veremos.
Tastil, puede traducirse como “piedra que suena” y hace referencia a cierto tipo de rocas – de las cuales hay unas cuantas aún hoy entre las ruinas – que al ser golpeadas suenan de una manera que remeda el sonido de campanas.
Las 17 hectáreas edificadas – la mayor en todo el noroeste argentino, superando inclusive al Pucará de Tilcara de la Quebrada de Humahuaca –están constituidas principalmente por espacios habitacionales donde no hay ángulos rectos sino prolongadas curvas a manera de peculiares elipses y semisubterráneas. Los guías explican que edificaciones de ese tipo son muy adecuadas para protegerse de los vientos casi permanentes. Es una zona donde durante el día la temperatura puede superar los 35 grados centígrados y, por la noche, descender a varios grados centígrados bajo cero, sobre todo en invierno.
Habida cuenta que para los pueblos originarios andinos la muerte no es un fin sino un simple tránsito hacia otra forma de continuar la existencia, muchas de las casas tienen tumbas (cistas) en su interior o alrededor de manera que el muerto estuviera rodeado por aquello que le fue familiar durante la vida terrena.
Las paredes – que todavía hoy se mantienen en su mayoría en pié – están construidas con piedras sin argamasa. En nuestras investigaciones hemos advertido que alguna que otra pared sigue el sistema incaico de construcción: una piedra de gran tamaño en torno a la cual se van disponiendo otras más pequeñas. Pero eso sólo en unos pocos casos; tal vez por haber sido erigidas en tiempos más recientes cuando la zona ya formaba parte del Imperio Incaico (Tahuantisuyu).
Los constructores de Tastil pertenecían a una etnia de atacameños. Hicieron en esta ciudad calles sobre elevadas y sinuosas que convergen en algo así como una plaza central; sitio elegido para la práctica de ceremonias esotéricas. Allí se encuentra la wanka; piedra sagrada que, a nuestro juicio, bien podría cumplir – a modo de menhir – la integración del Cosmos con la Madre Tierra.
Hay sitios en los que hacían reuniones comunales y otros en que se realizaba la molienda del maíz y quinoa que producían. También hay corrales para las llamas.
Cuando el investigador camina por este lugar tiene la sensación de encontrarse en tierras habitadas hasta hace muy poco. A simple vista, entre los pedruscos que conforman calles y senderos se esparcen innumerables trozos de cerámica – algunos de notorio colorido – restos de vasijas, tinajas y cacerolas que usaron otrora los habitantes.
Tastil estuvo habitada desde el año mil hasta, aproximadamente, el 1.450. En el momento de mayor esplendor vivieron allí unas 3.000 personas. Empero a la llegada de los españoles el sitio fue encontrado deshabitado en lo absoluto. ¿Qué provocó el abandono de Tastil? Como señalamos antes, hay varias hipótesis pero ninguna explicación definitiva.
Hay quienes piensan que fue voluntariamente abandonada debido a un repentino cambio de clima, que hizo escasear el agua. Otros tienen la idea de que los sacerdotes encontraron alguna peculiar señal en el firmamento – algún fenómeno astronómico inusual – que interpretaron como anuncio de que era el momento de marcharse a otro lugar. Otros sostienen que a la llegada de los conquistadores incas, tomaron a la población y la fueron trasladando a diferentes sitios acordes a los planes del imperio.
Tastil fue declarado Monumento Histórico Nacional por Decreto Nro. 114 en diciembre de 1997 con la denominación de Parque Arqueológico Santa Rosa de Tastil. El primero en investigar el lugar fue el sueco Eric Boman en 1903. Un equipo de la Universidad Nacional de La Plata, dirigido por el profesor Mario Cicliano, reconstruyó (en 1967) algunas zonas. Habida cuenta de su excelente estado de conservación, la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad.
Tastil se encuentra fuera de los circuitos turísticos, por lo que sólo es visitada por quienes tienen especial interés en arqueología precolombina. En sus proximidades – medio kilómetro aproximadamente – está el pueblo de Santa Rosa de Tastil (situado a la vera de la Ruta Nacional 51 y fundado hacia 1860), donde hay dos museos: el Museo Regional de Tastil Moisés Serpa (que cuenta con un cuerpo de momificación natural con 700 años de antigüedad y cráneo artificialmente deformado) y el Museo del Sitio de Tastil. Ambos museos cuentan con piezas de gran interés tanto esotérico como arqueológico y simbólico. La población estable es de sólo siete habitantes. No hay electricidad salvo alguna familia que cuenta con paneles solares o pequeños generadores propios.
En toda esta zona se estima hay unos 9.000 petroglifos (dibujos y trazados hechos trabajando la roca misma) buena parte de cuya simbología sigue siendo desconocida hasta el presente. Esos petroglifos remiten a situaciones, historias, anhelos, creencias e intereses de quienes habitaron la región desde hace diez siglos…
El Prof. Dr. Antonio Las Heras es director del Instituto de Estudios e Investigaciones Junguianas de la Sociedad Científica Argentina. E mail: alasheras@hotmail.com Whats App 11 4949 2850 www.antoniolasheras.com