Desde siempre el misterio del tiempo inquieta e intriga al hombre. No se  trata sólo un asunto metafísico, sino también existencial y podemos agregar que desde que se incorporó internet a la vida cotidiana, también virtual. En su intento por entender el tiempo se le han otorgado distintos sentidos. Los griegos creían que era cíclico y que cuando todos los cuerpos celestes volvieran a sus posiciones originales, todo volvería ser como en el principio y se iniciaría de nuevo la existencia. Los cristianos, en cambio, concebían al tiempo en forma lineal, con un principio, un final y luego la eternidad que se manifiesta en La Biblia, el libro sagrado En la era del racionalismo Isaac Newton conjeturó que el tiempo existía con independencia de la mente humana y de los objetos materiales, fluyendo por sí mismo. Emmanuel Kant, por el contrario, desde la filosofía, afirmó que es una invención humana que se proyecta sobre el universo. Ya en el siglo XX John William Dunne, en su aleccionador ensayo An Experiment with Time, indaga en los sueños precognitivos y elabora la teoría que ubica al tiempo como un eterno presente; es decir, que todo, de algún modo, está sucediendo en simultaneidad y de manera lineal. Dunne, estudioso de Aristóteles y Platón; pero sobre todo de Plotino, que postula tres formas que suceden en el presente, impone otro modo de interpretar el tiempo que deja de ser tan concreto en los sueños. Somos capaces, por consiguiente, de tener lo que llamamos sueños premonitorios a medida que la conciencia se encuentra libre para vagar a través de pasado, presente y futuro. De todo ello deduce que nuestra existencia puede fluctuar en dos niveles que actúan dentro como fuera del tiempo.

En Brechas en el espacio, este libro que tengo el gusto de prologar -con pasión y autenticidad y con un modo muy propio de narrar-, Antonio Las Heras, su autor, experto en asuntos del futuro, de los que es un profundo y cauteloso investigador, nos ofrece estos relatos fantásticos llenos de preciosas revelaciones que nos permiten apreciar no sólo su talla intelectual y su especial penetración y agudeza como escritor y poeta, sino también poder rastrear en muchos de sus intereses y aficiones.

Esto lo lleva a explorar una vertiente que se relaciona con los maestros del género. En una carta a su amigo James Blaylock, el escritor norteamericano Philips K. Dick, le confesaba que la literatura de ciencia-ficción, después de los experimentos de Dunne, de haber pisado el hombre la luna y de la maravilla de los avances en las comunicaciones por internet, debería asumir una proyección que incorpore todas las posibilidades ofrecidas por estos descubrimientos. Entre nosotros Leopoldo Lugones, Roberto Arlt y Jorge Luis Borges ya habían dado aquellos primeros pasos.

En todos los textos que conforman este volumen de Las Heras, no hay página sin vuelo imaginativo. Nuestro escritor maneja con natural destreza la filigrana estilística y la proyección científica. No es difícil entonces imaginarlo sacando piezas y más piezas de un generoso y casi inagotable arsenal. El mundo del futuro y de la realidad virtual hoy nos abraza y nos propone un abordaje sin temores para experimentar hasta lo imposible. Visto en proyección, el tiempo que vivimos con sus respectivas brechas es de una dialéctica apasionante y a veces aterradora. El arte, como corresponde, no puede ser ajeno a este devenir, y el presente volumen es paradigma de lo dicho. 

Me detengo en el relato Vuelo hacia el pasado, donde el protagonista, el piloto Anselmo Otello sale el 22 de octubre de 2736 a las diez y treinta horas de su base ubicada en Milán y haciendo una regresión se instala en  el año 2027; cuando el hombre llegó a Marte, y aún más atrás cuando presencia y oye que una voz declara: “Yo, el emperador Julio César…”

Por su carácter visionario, las obras de Las Heras transitan en un sendero similar al de William S. Burroughs, el citado Philip K. Dick y Ray Bradbury, maestros en esa dimensión; aunque Las Heras resulta menos mordaz que filosófico.

Debo confesar que a mí, en un sentido metafórico y como buen internauta, lo que ahora más me interesa es el futuro porque quizá sea el sitio virtual en donde voy habitar el resto de mi historia.

Me complace prologar este libro donde nuestro escritor se nos muestra en estas historias como protagonista y narrador al mismo tiempo, elaborando con fluidez, inteligencia y hondura, un universo anticipatorio al que da vida con estilo y belleza estética.

                                                                         Roberto Alifano

                                                            En Isla Verde, diciembre de 2021