Por el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

Nos referimos a nueve sitios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a los que, de acuerdo a relatos del vecindario, se les atribuye la existencia de “presencias fantasmales” entendiendo por esto desde la visión de espectros hasta sonidos, llantos, arrastrares de cadenas tanto como luces que se desplazan, todo de factura desconocida. El trabajo no pretende dilucidar la realidad o no de tales acontecimientos, sino enumerarlos y tenerlos en cuenta como un aspecto más que hace a la historia psicosocial porteña.

INTRODUCCIÓN A LA TEMÁTICA

Es la intención de nuestro trabajo efectuar una reseña de esos sitios que se encuentran situados en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que, a la fecha, aún el imaginario popular les atribuye lo que hemos de denominar “presencias fantasmales”. No es nuestra intención, en esta oportunidad al menos, expresarnos sobre la certeza, ilusión o falsedad de tales acontecimientos. No vamos a indagar sobre si se trata de hechos de naturaleza parapsicológica, o psicosocial como sucede con las llamadas “leyendas urbanas.” El único interés que albergamos es la enumeración y descripción sucinta de aquellos lugares a los que se les atribuye la recurrencia de “apariciones sobrenaturales”; y lo hacemos en la certeza de que tales referencias son útiles para un más acabado conocimiento de aspectos socioculturales del vecindario porteño, siempre útiles al historiador.

El trabajo de investigación de campo que hemos realizado incluye desde información obtenida a través de las redes sociales cibernéticas como dichos de vecinos entre los cuales tanto están quienes hicieron comentarios de cosas que oyeron de terceros y quienes afirman haber sido testigos presenciales de lo que hemos definido como “apariciones fantasmales.”

Queremos dejar precisado que por tales “apariciones fantasmales” entendemos aquellos acontecimientos que si bien son perceptibles no pueden explicarse dentro de los parámetros de normalidad que habitualmente entendemos como tales.

Sin más prolegómenos, pasamos a la enumeración de los mismos.

LA “DAMA DE BLANCO” DEL CEMENTERIO DE LA RECOLETA

En torno al cementerio de La Recoleta existe la historia de una mujer – la Dama de Blanco – a quien – ya desde principios del siglo XX – se la menciona como habiendo sido vista  mientras camina por el perímetro externo del campo santo, tanto como ingresando o saliendo del mismo. Lo usual es que estos hechos acontezcan en horas de la noche; preferentemente poco antes del amanecer, cuando ha sido descripta atravesando rejas cerradas o, directamente, pasando a través de los paredones.

Los testigos son coincidentes  al referirse a una mujer alta, esbelta, de cabellos largos, lacios, sueltos al viento; que lleva vestidos blancos.

Unos afirman haberlo visto blandiendo una sombrilla al tono y zapatos de taco alto de igual color. Existen quienes sostuvieron que, a la invitación del caballero, aceptó subir a un carruaje y hasta quien – allá por los primeros años del siglo pasado – puso sobre sus hombros un abrigo para protegerla del frío reinante que, a la mañana siguiente, resultó ser hallado sobre una lápida.

Relatos parecidos los tiene también el cementerio de la Chacarita.

Llegado a este punto hemos de subrayar que las noticias sobre apariciones fantasmales femeninas son frecuentes en casi todos los cementerios de Occidente.

EL FANTASMA DE LA RURAL

Hay un lugar cuyas noticias sobre tales singulares sucesos son de factura reciente. Se trata de las áreas construidas hace pocos años con motivo de la creación del Centro de Exposiciones La Rural, situado en el barrio de Palermo. Las construcciones fueron realizadas hacia fines del Siglo XX utilizando como base lo que es el sitio donde se lleva a cabo anualmente la Exposición Rural.

La edificación actual incluye sectores que antes fueron sólo terrenos o dónde sólo había estructuras precarias. Es en ésos ámbitos donde tanto personal de maestranza como de la seguridad privada, nos ha brindado testimonio sobre que, en horas de la noche, resulta frecuente advertir la existencia de una silenciosa figura antropomorfa que se desplaza a unos cuántos centímetros sobre el suelo, de tonalidades grisáceas, capaz de atravesar puertas cerradas tanto como las paredes de ladrillo o los blindex. Los testigos no sólo se han sorprendido ante tales apariciones sino que se muestran asustados al respecto. Personal de seguridad nos ha comentado – pidiendo que sus nombres no sean revelados – que tales apariciones fantasmales fueron registradas por las cámaras de vigilancia pero que, por temor a que la noticia sea conocida y genere desprestigio al lugar, fue decidido mantener todo en secreto.

LA CASA DE LA PALMERA

A poco más de una cuadra del Congreso de la Nación, se encuentra lo que los vecinos dieron en denominar “La Casa de la Palmera” por contar en su frente constituido por un pequeño jardín, un antiguo y solitario ejemplar de tal especie. Está situada sobre la calle Riobamba casi esquina Bartolomé Mitre.   

La gente del barrio repite que esa amplia residencia durante años fue habitada sólo por una mujer quien usaba como sala de vivienda el subsuelo, donde fue hallada muerta en 1992. Por cierto lapso el caserón quedó vacío habiéndose, en coincidencia, oído gritos, llantos, sonidos extraños que fueron atribuidos al espíritu de la fallecida.

Desde hace varios años funciona en el lugar una agrupación política. Empero no son pocos quienes en el vecindario no vacilan en comentar que se trata de una casa que sigue embrujada. Lo cierto es que la palmera, vigorosa, es lo que en verdad llama la atención por su aspecto.

EL FANTASMA DEL MUSEO FERNÁNDEZ BLANCO

Las apariciones en el lugar donde funciona el museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco (situado en la calle Suipacha al 1400), han sido difundidas por radio, televisión y medios gráficos. A punto tal que las autoridades del mismo se vieron obligados a dar la orden a sus empleados de que no hagan referencia pública a esos inexplicables acontecimientos.

El museo está erigido sobre dos propiedades. Una que perteneció a la familia Noel, fundadora de la conocida empresa de dulces y uno de cuyos miembros – Carlos Noel – fuera intendente porteño por el período de 1922 a 1927. La otra parte fue casa del poeta Oliverio Girondo y de su esposa Nora Lange donde vivieron hasta la muerte del autor ocurrida en 1967. En esa residieron ocurrieron dos hechos que los memoriosos destacan en busca de explicaciones plausibles para los acontecimientos de ultratumba que con frecuencia son relatados. Uno de ellos es que allí se suicidó colgándose con su cinturón un mayordomo. Otro es que Girondo junto con Jorge Luis Borges y Manuel Mujica Lainez (de quien es muy conocido su interés por los fenómenos ocultos) realizaron numerosas prácticas del juego conocido como Ouija; una técnica de adivinación que fuera puesta de moda en Europa a fines del Siglo XIX principalmente por los espiritistas y que persigue comunicarse con quienes han desencarnado.

En 1989, expresa la licenciada Marta Sánchez, entonces jefa de cultura del museo, “un grupo de bailarinas estaba preparando un espectáculo en los jardines de la casa, cuando una de ellas vio hacia el fondo del jardín, una figura femenina, muy delgada, que vestía una túnica luminosa, levitando sobre la fuente. Cuando todas las demás miraron hacia ahí, la figura desapareció, pero unos minutos después la misma figura fue vista junto a uno de los portones que dan al jardín, de pie. Se revisó el lugar, pero no se encontró nada.” (1.-)

A mayor abundamiento, agregó que “en 1988 todo el personal del museo enfermó, en algunos casos de gravedad, además de tener problemas personales de toda clase. Un parapsicólogo atribuyó el fenómeno a la presencia de un cuadro, que describió sin haberlo visto y cuya existencia no recordábamos porque estaba en un sótano. El cuadro había sido falsificado y, según el parapsicólogo, el pintor a quien se le atribuía la obra, para señalar la falsificación se hacía notar enfermando al personal.” Comentó finalmente Sánchez que, en efecto, “un experto en pintura determinó la falsificación y desde ese día en el museo se terminaron las enfermedades y los problemas particulares del personal.” (2.-)

En reserva, hay varios testimonios coincidentes en que, cuando el museo cierra su acceso al público y – sobre todo por la noche –, tienen lugar hechos que, al parecer, no tienen causa justificada: cuadros que aparecen fuera del lugar donde están colgados pero acomodados cual si una mano invisible los hubiera trasladado; sonidos de pasos en salas cerradas, objetos que desaparecen de lugares con llave reapareciendo en otros sitios del amplio edificio y la inesperada aparición momentánea de figuras antropomorfas espectrales.

Los ocasionales testigos no tienen explicación para esos sucesos que – de acuerdo con los comentarios – vienen desencadenándose desde hace décadas.

El vecindario – en cambio – brinda dos posibles causas a todo esto. Una es que en las proximidades del Palacio Noel estuvo situado el Cementerio de los Disidentes y que cuando el mismo fue quitado de allí (trasladándose cruces, lápidas, restos humanos; algunos de los cuales fueron llevados al actual Cementerio Británico del barrio de Chacarita) algunas de las almas quedaron vagando y se instalaron en ese ámbito. Otros son proclives a la idea de que en los días del virreinato hubo en esos terrenos una compañía que traficaba con esclavos a la vez que realizaban ceremonias de invocación a los muertos. De aquel entonces habrían quedado penando varias almas.

ESPECTROS EN EL MUSEO JOSÉ HERNÁNDEZ.

Otro museo de la ciudad también tiene historias fantasmales. Nos referimos al Museo José Hernández que se encuentra sobre la avenida Libertador al 2300.

Tales presuntas manifestaciones supranormales son conocidas desde hace décadas. Así, en 1989 la profesora Inés Pérez Suárez – entonces directora general de museos del municipio porteño no tuvo inconvenientes en declarar lo siguiente:

“…los caseros del museo José Hernández un día comenzaron a oír la música de un piano y ruido de cadenas arrastradas, siendo que en el museo no hay piano ni ninguna clase de cadenas. Otro día, un integrante del personal de limpieza aseguró haber visto un espectro paseándose por las salas. Imagínese el susto que se pegó.” (3.-)

Pérez Suárez continuó explicando que, ante la certeza de que tales acontecimientos eran reales, hizo consultas con parapsicólogos e, inclusive, con miembros de la Escuela Científica Basilia, culto que reúne a creyentes en el espiritismo.

“La respuesta de los investigadores fue que todas esas manifestaciones extrañas se debían a que el donante de la casa no estaba presente en el que había sido su hogar. Efectivamente – continúa explicando la directora – en la casa no había ninguna imagen de don Félix Bunge. Conseguimos una foto carnet y un artista pintó un retrato, que se colgó en una de las paredes. No hubo más ruidos de cadenas, ni pianos tocando misteriosamente, ni fantasmas paseándose por los salones.” (4.-)

Lo que no quita que vecinos continúen afirmando que algunas noches hay extrañas figuras, de apariencia fantasmagórica, desplazándose por el lugar e inclusive ingresando desde las veredas atravesando paredes al igual que sin abrir los pórticos.

FANTASMA FEMENINO EN LA “CASA DE LOS LEONES”

Los memoriosos están dispuestos a afirmar que las cosas pasaron de éste modo.

El dueño de la gran mansión Eustaquio Díaz Vélez – hijo del general Eustaquio Díaz Vélez (1782/1856) el militar que sostuviera la bandera cuando Manuel Belgrano le jurara fidelidad – vivía fascinado por cierto tipo de animales salvajes. Nada menos que leones. (Obvio que como los relatos se pierden entre lo histórico y la leyenda urbana, ya no estamos en condiciones de conocer si eran leones auténticos, africanos, o bien algún tipo de especie de tigre autóctono de la Argentina a los que el vocabulario popular supo rebautizar como “leones.”)

Lo concreto es que Eustaquio, hijo, tenía unos cuántos de tales animales sueltos por los amplios jardines de la residencia. Y tanto los habitantes de la misma como quienes eran invitados conocían eso aceptándolo de buen grado pues lucían mansos, bien domesticados.

También tenía costumbres curiosas como el hecho de haber mandado construir un túnel – hoy rellenado – que desde su escritorio conducía hacia profundidades con destino ahora desconocido.

Fuera por que no estaban acostumbrados a la algarabía, por que algo sucedió que despertó sus instintos naturales o por una encrucijada de factores diversos, los memoriosos aseguran que fue mientras tenía lugar el compromiso de una de las hija de Díaz Vélez que una de las bestias arremetió contra el novio – Juan Aristóbulo Pittamiglio – hasta darle muerte sin que ninguno de los presentes pudiera hacer algo para evitarlo. Avezado tirador Díaz Vélez fue en busca de un arma larga y disparó desde un ventanal haciendo impacto el proyectil en el cráneo del animal que perdió su vida al instante. Empero, ya era tarde; Juan Aristóbulo agonizaba, no siendo posible mantenerlo con vida. El hecho sorprendió a todos quienes esa noche se encontraban en el lugar situado en la calle Montes de Oca 140, actual barrio de Barracas; donde permanece en pié siendo ocupada por la Fundación VITRA (Fundación de vivienda y Trabajo para el Lisiado Grave).

Hay quienes ofrecen el mismo relato pero con un aspecto crucial modificado. Es el siguiente: los animales no estaban sueltos y a sus anchas recorriendo a gusto los jardines sino que eran mantenidos en unas enormes jaulas puesto que era conocido que mantenían cierta peligrosidad. De ser correcta esta versión, algo pasó aquella trágica noche para que una de las fieras consiguiera escapar del encierro.

Pero no fue todo eso. La joven novia, no encontrando cómo superar la pena, agobiada por una depresión intensa, se suicidó al poco tiempo ingiriendo cianuro con licor de anís.

Don Eustasio modificó entonces su sentimiento hacia aquellos animales que había traído de pequeños, educado y convivían amablemente con su familia, para – llevado por una furia repentina e inusitada – dar muerte a cada uno de los leones y haciendo que la cabeza de ellos fuera tallada en piedra con el fin de exhibirlas en los bordes del pórtico de ingreso. Algunas estatuas representándolos fueron colocadas en el interior de la residencia, incluyendo una que muestra al animal atacando a una persona.

Desde aquella fecha del siglo XIX hasta el presente, no son pocos los vecinos que afirman que – en especial durante noches con Luna Llena o amaneceres de cielo nublado presagiando lluvia – los fantasmas de ambos novios caminan por los jardines con movimientos de alegría usando las vestimentas tradicionales de aquél entonces.

La abogada Estela Zigante recuerda así el episodio que le tocó vivir: “Al principio no creí que existiera, pero después, una tarde que andaba por el jardín, yo misma la vi flotar. Parece que una de las hijas de Díaz Vélez murió en su noche de bodas y  desde entonces el fantasma ronda la casa.” ( 5 .-)

Cabe resaltar que éste testimonio es coincidente con los recogidos en otros sitios a los que se les atribuyen apariciones fantasmales en el sentido de que la aparición no se desplaza caminando sobre el suelo sino que se desplaza en el aire a cierta altitud sobre el piso. Sea realidad o fruto de la imaginación, por la razón que fuere, en esto hay total coincidencia.

LA TORRE DEL FANTASMA

El tradicional barrio de la Boca también tiene, cual era de suponerse, historias de propiedades con apariciones misteriosas. Tal vez la más representativa se, precisamente, la que se conoce popularmente como “Torre del Fantasma” situada en la calle Almirante Brown entre Wenceslao Villafañe y Benito Pérez Galdós.  

El imaginario vecinal comenta que mora allí el fantasma de quien habitara otrora la lujosa edificación; una joven artista plástica de la cual sólo se recuerda su nombre: Clementina quien – por causas desconocidas – una noche decidió quitarse la vida.

El periodista y escritor Jorge Aulicino, en 1992, pudo ingresar allí y conversar con quiera era su única habitante, Clementina quien no dio ningún otro dato de filiación a excepción de lo siguiente: “Soy pintora. Tengo muchísimos años. He pasado 36 etapas pictóricas.” (6.-)

Aulicino describe el lugar de este modo: “Hay en esos dos pisos habitaciones cerradas desde hace mucho tiempo y las telarañas cuelgan de los cuadros. La terraza está atestada de plantas y la torre llena de trastos: sus altas ventanas no pueden abrirse. Los vecinos dicen que allí, algunas noches, se ven fosforescencias de otros mundos. Y algunos han visto que los objetos flotan en el aire como si una mano invisible los obligara a levitar.” (7.-)

Lo que hace especial a éste sitio – si contar con un fantasma no fuera poco – es que en el vecindario (desde hace décadas, mucho antes del fallecimiento de Clementina) hay quienes aseguran que tres duendes lo habitan siendo vistos con regularidad.

En cuanto a la presencia de la aparición frecuente de Clementina se la constata por el hecho de que, en algunas noches, los pasos de la pintora son oídos aún desde la vereda junto a voces y extraños gritos. Hay vecinos que sostienen que eso y otros raros sonidos suelen despertarlos siempre antes de que las primeras luces del alba se manifiesten.

El edificio de dos pisos – descripto en unos casos como “modernista catalán” y otros “art noveau” – data de 1910 con una torre típica que culmina con almenas y un edificio trapezoidal. Residió allí la estanciera María Luisa Auvert Aurnaud.  

CAPILLA DE SANTA FELICITAS

Tras la trágica muerte de Felicitas Guerrero, viuda de Álzaga; su familia decidió erigir una iglesia en el barrio de Barracas. Una placa reza: “Capilla de Santa Felicitas. Fundada el 30 de enero de 1879 por Carlos J. Guerrero y Felicitas C. de Guerrero en memoria de su hija Felicitas G. de Alzaga”.

Innecesario es aquí reseñar lo ocurrido con ésta dama integrante de la más tradicional sociedad porteña y los amores que tuvo. Sólo decir que, tras su asesinato el 30 de enero de 1872, la familia construyó esta iglesia a su memoria.

Está situada en la calle Isabel La Católica 520; detrás de la casona donde se produjo su muerte, que es en donde hoy está la plaza Colombia.

Como datos peculiares cabe consignar que se trata de la única iglesia que es propiedad del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la única de estilo neogótico alemán que existe en el mundo así como es única por sus estatuas de figuras terrenales.

Hay noticias ya desde comienzos del Siglo XX – más precisamente hacia los años treinta – con testimonios de quienes, transitando en horas de la noche por las veredas perimetrales han podido oír los gritos desesperados de Felicitas mientras era asesinada tanto como su fantasma – descripto como una figura esbelta con ropajes largos de color blanco y cabello suelto al viento; a otros les parece que es una mortaja y quienes ven un antiguo y desgastado ropaje  – buscando escapar de quien fuera su homicida.

Siempre pidiendo reserva de sus nombres, hemos hallado testigos de que el fantasma también se manifiesta en el interior de la iglesia y que, en ciertas ocasiones, ha hecho sonar las campanas sin que persona alguna hubiera intervenido en ello.

Una señora octogenaria nos expresó: “Es el fantasma de Enrique Ocampo que no permitirá a Felicitas descansar en paz. Yo he oído el llanto de ella.”

Ocampo fue quien diera muerte a Felicitas.

Oficialmente, su cadáver se encuentra en el cementerio de la Recoleta. Empero hay quienes aclaran que esto es un engaño hecho a consciencia por la familia que prefirió enterrarlo bajo el piso de la nave de la iglesia a efectos de que tuviera protección divina por la Eternidad. De allí que su fantasma no se manifieste en el cementerio sino en este otro lugar.

MISTERIO EN “EL CASTILLO DE LOS BICHOS”

En la calle Campana al 3200 del barrio de Villa del Parque se encuentra una edificación de comienzos del siglo XX – hoy convertida en cinco pisos de lofts – con cierta forma arquitectónica que semeja un antiguo castillo con cúpula inclusive. Es conocida como “El Castillo de los Bichos” o “El Palacio de los Bichos” denominación que hace referencia a que en su estado original era posible observar en el frente de la propiedad una serie de cabezas esculpidas de animales; sobre todos leones. De las mismas sólo quedan dos que los habitantes actuales mantienen preservadas en una pared interna de la planta baja.

El castillo tiene una leyenda trágica.

En las primeras horas del domingo 2 abril de 1911, al finalizar su festejo de bodas, el matrimonio que habría de habitar tan lujosa residencia, al retirarse del lugar con rumbo al centro, halló repentina e inesperada muerte en un accidente ferroviario. Se trató de Ángel Lemos y Lucía Giordano; ésta última hija de don Rafael Giordano, quien hiciera la edificación para residencia del matrimonio.

Poco después de ocurridas tales muertes, el lugar se convirtió en centro de numerosas historias sobre apariciones fantasmales incluida la audición de sonidos lastimeros, arrastrares de cadenas, misteriosos luces que se desplazaban en la noche. El calibre de los acontecimientos llegó a tal intensidad que, en más de una ocasión, fue requerida la intervención de las autoridades policiales. El asunto llegó a los diarios y comenzó a llamárselo el “Castillo de los Fantasmas”.

Hubo quienes afirmaron que veían figuras antropomorfas de horribles características, reales espectros, desplazándose sin tocar el piso y que desaparecían atravesando las gruesas paredes que caracterizan esa obra.

La notoriedad que tomaron los acontecimientos así como la cantidad de testigos que los confirmaban, provocaron un hecho insólito para este tipo de situaciones. En 1924 se formó una comisión investigadora conformada por varios vecinos que hasta convocaron el auxilio de un medium espiritista (recordemos que, por aquél entonces, aún el espiritismo era una práctica muy en boga) tanto como el haberse oficiado varias misas por el definitivo reposo de las almas de Ángel y Lucía.

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Mas los hechos continuaron. Un año después, en 1925, la señora Rosario Velazco – quien cumplía tareas domésticas para la familia que por entonces habitaba el castillo – pasó una noche de pesadilla que hizo que se convirtiera en la última en el lugar pues a la mañana siguiente renunció para nunca más regresar al lugar.

De acuerdo a sus dichos ya llevaba algunas horas durmiendo en la habitación que tenía destinada en el piso más alto cuando despertó sobresaltada oyendo el llanto de una mujer. Buscó dormirse de nuevo, pensando que había sido sólo un sueño. Apenas lo hubo logrado, se encontró gritando por sentir que lo que describió como “una mano helada” se desplazaba suave tocando su frente y las mejillas. Con los ojos abiertos Rosario comprobó que se trataba “de una figura cadavérica que estaba sentada al borde de su cama.” Siempre a los gritos y corriendo espantada llegó hasta las habitaciones de los dueños – pisos más abajo –  a quienes refirió lo observado. Ellos buscaron calmarla con el argumento de que todo había sido una pesadilla. Pero a la mañana siguiente – como se ha dicho – Rosario renunció al trabajo y se fue para nunca más regresar.

. No es que en la actualidad – a pesar de encontrarse totalmente habitado desde fines del siglo XX cuando fuera convertido en cinco pisos de loft  –  los comentarios paranormales hayan sido olvidados. Nada de eso.

Sólo en lo que va del Tercer Milenio cuatro canales de televisión de aire, tres de noticias por cable y – al menos – dos radioemisoras se ocuparon extensamente del lugar y su historia que lo acentúa como “edificio maldito.”

Tiene sentido traer aquí el recuerdo de lo ocurrido en 2013 cuando un móvil de América TV transmitió en directo desde El Castillo de los Bichos y, luego, fue a entrevistar a los vecinos y transeúntes que había esa mañana de verano. Fue así que una señora mayor, llevando bolsas del mercado en sus manos, se acercó a la periodista que realizaba la nota y en alta voz expresó su convencimiento de que todo eran mentiras, que nada raro había allí y que eran historias inventadas por la gente para divertirse. A lo cual la entrevistadora invitó a la señora a que ingresara con ella a visitar el edificio. “¡De ninguna manera! ¡Yo ni siquiera piso esa vereda!” contestó con énfasis y en alta voz demostrando que una cosa era lo que decía pensar y otra muy distinta lo que en realidad sentía.  (8.-)

REFERENCIAS.

(1.-) “Los fantasmas invadieron dos museos porteños y aterrorizan a los vecinos.” Revista Semanario Nº 609 del 26 de febrero de 1991. Buenos Aires.

(2.-) Idem.

(3.-) idem.

(4.-) Idem.

(5.-) Shujner, Silvina. “Donde hay cuevas, leyendas quedan.” Revista Clarín, Buenos Aires.

(6.-) Aulicino, Jorge. “Buenos Aires. Fantasmas, enigmas y leyendas.”  Revista Misterios Nº 5, Buenos Aires, 1992

(7.-) Aulicino, Jorge. Idem.

(8.-) Espinosa, Isabelino. “Tragedia y Misterio en el Castillo.” 17 agosto 2011) http://isabelinoespinosa.blogspot.com.ar/search/label/castillo%20de%20villa%20del%20parque (4 de octubre 2015)

 Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social y magíster en Psicoanálisis graduado en la Universidad Argentina John F. Kennedy casa de altos estudios donde enseña Psicología Junguiana.  Escritor. Parapsicólogo. Conferencista. Periodista.

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