Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

            Cada 14 de abril se cumple un nuevo aniversario del choque del Titanic – al que se atribuyó prematura fama de insumergible – contra un témpano enorme. Dos horas más tarde el navío se hundía hasta el fondo del mar.

            Este vapor de unos 275 metros de longitud, más de 46.000 toneladas de peso y unos 40 metros de altura, fue construido con un doble fondo especial, estando su casco constituido por 16 compartimientos estancos, aislados, herméticamente separados unos de otros. ¿Qué riesgos podía correr una embarcación con estas características? Tal fue la confianza de la empresa armadora, de los propietarios y del asegurador, que se admitió colocar sólo 20 botes salvavidas capaces de trasportar 1.180 personas. Sin embargo, el Titanic – en su viaje inaugural y último – llevaba a bordo un número nunca precisado pero, que entre tripulación y pasajeros, superaba los 2.200.

        Lo ocurrido es historia conocida. Unas 1500 personas desaparecieron en las heladas aguas del Océano Atlántico. La tragedia – con todo – habría sido mayor si otra embarcación – el Carpathia – no hubiera estado a pocas horas de navegación del sitio en que ocurrió el hundimiento.

       Esto es lo sabido. Pero lo que no suele decirse, y es de gran interés para los parapsicólogos que investigamos la precognición (conocimiento cierto de hechos futuros revelados exclusivamente por vía extrasensorial) es que lo ocurrido al Titanic y a quienes en él iban, ya había sido anunciado una década y media antes. Con mucha precisión. Veamos los hechos.

       Morgan Robertson, escritor estadounidense, durante el año 1898 publica en Nueva York su novela titulada The Wreck of the Titan (El hundimiento del Titán) en la revista Mc Clure’ s Magazine. La sinonimia entre Titán y Titanic  es evidentísima; pero no acaba allí las misteriosas coincidencias  únicamente explicables por la Parapsicología.

      En la novela es descripta la construcción de una enorme embarcación a la que, por sus detalles, se piensa insumergible.

       Empero de manera imprevista, en su primer viaje, encuentra un témpano al que no consigue eludir, impactando contra él  para hundirse en medio del Atlántico durante un día de abril. Lo que concuerda con la historia del Titanic.

Pero hay más precisiones sorprendentes entre lo imaginado (¿imaginado?)  por Morgan Robertson a fines del siglo pasado y lo ocurrido realmente al Titanic en 1912. Ambas naves tienen tres hélices. El Titán desarrolla una velocidad de 25 nudos al momento del accidente. El Titanic avanzaba a 22 nudos. Tanto el Titán como el Titanic desplazan 68.000 toneladas. Del Titán se dice que trasportaba 3.000 pasajeros, cifra bastante próxima a los más de 2.200 que llevaba la que naufragó en 1912. La eslora del Titán es de 244 metros, a la del Titanic apenas 26 metros más. El Titán lleva sólo 4 botes salvavidas más que el Titanic. En los dos casos las perdidas humanas fueron enormes. Ambos barcos se hunden totalmente.

    Las coincidencias son, prácticamente, totales. Por ello debe descartarse una simple casualidad  o coincidencia. Cualquier análisis estadístico demostraría que la probabilidad de que tales coincidencias lo sean por mero azar o casualidad resultan imposibles. Asimismo hay que tener en cuenta que el navío imaginado por Morgan Robertson  era inconcebible para la ingeniería naval en el momento de escribir su novela.  Todo esto hace que estas similitudes llamen significativamente la atención.

Tenemos, así, una explicación parapsicológica para arrojar claridad sobre lo sucedido. Y es la siguiente. En el momento de dedicarse a escribir su obra, Robertson, profundamente concentrado, quizás cansado de trabajar en exceso y en un estado psíquico de semiconsciencia  (tan habitual a los creadores literarios y plásticos que bien puede llamarse “estado alterado de consciencia!”) produjo un hecho parasicológico. Tuvo lugar, a través del acto de escribir, un fenómeno extrasensorial de precognición. Consiguió determinar un acontecimiento real que recién habría de tener lugar en un futuro cercano. (¿Qué son 15 años en la eternidad?) Un suceso relacionado con lo que se proponía desarrollar en la novela. En verdad, escribió una novela histórica…¡sobre un hecho futuro! Historió lo que todavía no había sucedido. Como Julio Verne cuando escribe el primer viaje tripulado a la Luna.

Otra posible explicación es aplicar la Ley de Sincronicidad enunciada por el sabio suizo Carl Gustav Jung (1875/1961) que es la ley opuesta y complementaria a la de Causalidad. En la sincronicidad dos o más hechos aparecen conectados no por una relación causa y efecto, sino por similitud o simbología. La sincronicidad no está limitada ni por el tiempo, ni por el espacio, ni por la materia. Lo mismo que la fenomenología parapsicológica.