Por Antonio Las Heras
1 – La postcognición o retrocognición
Una notoria falta de crítica epistemológica ha hecho que, en Parapsicología, existan algunas denominaciones a todas luces incongruentes. Tal es el caso de los supuestos fenómenos de “postcognición o retrocognición”.
No existe tal fenómeno. No ocurre como en la precognición donde el dotado puede conocer un hecho futuro que no puede ser deducido por inferencia lógica o conocimiento deductivo. ¿Qué es esto de que el dotado puede conocer un suceso del pasado? Si se trata de algo así, entonces, ¿Cómo demostrar que es real? Pues basándose en documentación… de ello se desprende que estamos frente a un fenómeno de clarividencia. Conocimiento cierto de un hecho contemporáneo que no puede ser inferido por la razón, ni la lógica y cuyo conocimiento, por ende, se adquiere sin que medie la intervención de los cinco sentidos.
Cualquier conocimiento realizado sobre cosas que pasaron son, de igual manera, conocidas hoy. Por otras personas. Entonces lo que ha sucedido no es una retrocognición, sino una clarividencia. De cualquiera de las dos formas: 1) Una lectura de pensamiento. El dotado averigua algo que sucedió en otros tiempos a causa de lo que “leyó” en aquellas personas que saben de eso. Aunque, conscientemente, ambos no se conozcan. 2) Clarividencia sobre objetos. Puede ocurrir que ninguna persona en el mundo sepa del asunto (p.e. una ciudad sumergida) y el dotado realiza su postcognición (descubre que hay una ciudad sumergida en tal sitio). En realidad no huno un descenso en los tiempos, sino un “ver claro” – más allá de lo común – de un hecho contemporáneo (el que en determinado sitio haya una ciudad sumergida). Es una simple cuestión de economía.
Resulta más fácil suponer que el dotado “vio” una cosa actual, que cree que viajó en el tiempo para situarse en un mundo pasado.
En ningún caso puede sostenerse que hay “retrocognición”. En Parapsicología se ha entendido por esto a lo siguiente: “Facultad que tienen ciertos dotados, que les permite internarse paranormalmente en el pasado y narrar lo sucedido. / Penetración o internación en el pasado”. (Ver M. Y M. Dic. Pag. 156) ¿Y cómo sabemos que lo que han dicho es cierto y correcto por ende? Allí reside la clave de todo. Se dan dos posibilidades: 1) Que en algún sitio haya gente que conozca del asunto. Ellos lo confirman. ¿Se puede hablar de postcognición, entonces? Evidentemente no. Bien pudo el dotado realizar “lectura de pensamiento”, pudo haber existido por algún motivo que habría que analizar en cada caso una transmisión no sensórea de información. 2) Nadie tiene certeza sobre lo retrocognizado. Entonces se hacen las diligencias necesarias para constatar. (Siguiendo con el ejemplo anterior diremos que se realiza una expedición submarina) Y se descubre que la retrocognición era cierta. (En tal sitio, hace miles de años, hubo una civilización) Pero, el dotado lo supo por viajar hacia el pasado o por clarividencia?
Evidentemente en ningún caso se ha operado un retroceso en el tiempo para conocer lo que, realmente, ocurrió en determinada época. Sino, simplemente, la potencialidad parapsicológica actuó sobre hechos que conocerse contemporáneos (objetos y personas) y brindó al dotado datos sobre cuestiones vinculadas a sucesos pretéritos. De allí nace la confusión.
No existe, pues, retrocognición ni lo que es lo mismo postcognición. Se trata apenas, de formas de clarividencia donde la falta de crítica y metodología investigativa hizo creer a los que trabajaban en el tema que el dotado estaba realizando de alguna forma no explicitada viajes hacia el pasado.
2 – Sueños que se cumplen
Una persona sueña con que su perro es arrollado por un auto frente a su casa. Al día siguiente el hecho ocurre. Tengo muchas noticias así en mi archivo. Casos debidamente comprobados. Ahora bien, ¡se trató de precogniciones oníricas, de mera coincidencia cronológica o actuó alguna variable que no ha sido contemplada? Veamos.
Lo más fácil de creer es que se haya tratado de una mera coincidencia. ¡Pero qué coincidencia! No podía ser más exacta. Durante el día se hizo realidad el sueño de la noche anterior. Con un agravante la intervención de un tercero ajeno al sueño. El perro.
Esto llevaría a considerar como muy probable la hipótesis de que aquí se ha producido un fenómeno parapsicológico. De alguna manera el amo del perro ha captado del futuro la muerte violenta e inesperada del animal. Un animal sano, sin enfermedades que, repentinamente, es asesinado por un automóvil. ¿Cuántas veces cruzo ese perro la calle? Muchas, Innumerables. Y nunca sucedió nada. ¿Qué probabilidades hay de que el accidente ocurra justo después de tal sueño? ¿Una en un millón?, tal vez.
Lo cierto es que tampoco consideramos, a pesar de todo lo expuesto, a considerar a la acción parapsicológica como algo real en este tipo de hechos. Porque hay otro aspecto que considerar: la reacción psíquica – consciente e inconsciente – del sujeto después del sueño.
¿Qué sintió esa persona al soñar el accidente? ¿Qué reacciones ha habido en é, especialmente en el terreno inconsciente, a partir del sueño y con respecto a su perro? Aquí puede estar la clave del asunto. No es posible considerar la posibilidad del que el accidente sucede tal como fue vivido en sueños porque el amo – inconscientemente – prepara todo para que las cosas acontezcan como lo soñó? ¿Y a qué se debería esta predisposición? Pues, simple y sencillamente, a la creencia inconsciente (o, en parte, podría ser también consciente) de que lo soñado va a producirse irremisiblemente. Autosugestionado, autoconvencido, el amo – sin proponérselo de manera consciente, pues él no desea dañar al perro actuará de manera tal que á de manera tal que “producirá” los hechos
referidos oníricamente. Y después habrá de parecer que el sueño se cumplió. Que, en verdad, fue precognitivo y ocasionado por la potencialidad parapsicológica.
Pudiera ser que en algunos casos sea así. Que, efectivamente, pueda descartarse una influencia o intervención del amo en los hechos que se desencadenarán trágicamente. ¡Pero qué difícil es demostrar que esta variable – ajena al can – ha quedado aislada! Esa puerta que, casualmente, quedó abierta. La charla, inesperada, con un vecino que hizo que hubiera una momentánea distracción. El inoportuno momento de sacar al animalito en una hora distinta y habiendo demasiado tránsito de automóviles. ¿Qué móvil inconsciente hizo que esto fuera así? Que las cosas cambiaran, justo, después del sueño.
Evidentemente no podemos aceptar la mágica idea de que todos estos sueños son producto de precogniciones. En muchas ocasiones los amos han quedado suficientemente impactados por el contenido onírico. Y son, ellos mismos, los que _ inconscientemente dejaron la puerta abierta para que ocurriera una desgracia. Cabe, incluso, especular lo siguiente: hay veces en que nada ocurrió debido a que no funcionó el error planeado por el inconsciente para dar realidad al sueño. Quizás el perro – por ejemplo – se corrió a tiempo. O el automovilista hizo una maniobra desesperada evitando el accidente.
Hay innumerables casos demostrativos de que ciertos sueños terminan cumpliéndose. Correcto. ¿Pero cuántas veces es el soñador mismo quien prepara las cosas – consciente, inconscientemente o con una síntesis de ambas – de manera tal que acaben sucediendo?