Escribe el Prof. Dr. Antonio Las Heras
Leemos en el “Manual del Exorcista” (publicado en el año 1.720) del sacerdote Cándido Brognolo: “En aquellos casos en que opera un maleficio demoníaco en una mujer embarazada suele cebarse sobre el germinado útero, causando vehementísimos dolores de parto mucho antes de que el fruto haya llegado a la madurez, e incitando a la víctima con fortísimas tentaciones de abortar. Al contrario, estando ya lista para dar a luz, se ven postradas por agudísimos dolores que enervan su entendimiento e impiden a la naturaleza llevar a cabo su función normal”. El mismo fenómeno ocurre entre animales varios, como lo expresa Petrus Gallendus en su “Tratado de los Sortilegios”. Sigue el padre Brognolo: “Están las mujeres en estado vulnerable a todo tipo de vejaciones: a agudas cefaleas, dolores de muelas, del pecho, del estómago, del bajo vientre, debilitación extrema de sus miembros, síndromes nerviosos, tumefacción y corrupción de sus carnes, putrefacción de su fruto, hidropesía, parálisis y aun el llamado ‘síndrome de muerte’. Cosa digna esta de máxima tristeza, por ser una criatura inocente en el vientre de su madre quien sufre la peor parte de los horrores infernales, bien que no sean de ofensa alguna, y que no hayan pecado más aún.”
Téngase en cuenta que éstos escritos son anteriores a cuando el célebre médico Philippe Pinel – padre de la psiquiatría moderna – decide liberar a los enfermos de las cadenas con que se los ataba según la costumbre médica de aquellos tiempos en el hospicio de Salpêtrière (1795) como ya lo había hecho tiempo antes en el hospital de Bicêtre. Por ese entonces – donde lo usual era clamar a los “locos” a manguerazos de agua fría – se aceptaba que, por lo usual, un enfermo mental era – en verdad – un poseído. Poseído por una fuerza o espíritu demoníaco; verdadero personero de las fuerzas del Mal.
La idea de que estos padecimientos estaban originados por la participación de fuerzas extrahumanas y espirituales recién comienza a modificarse, en Europa, el 11 de setiembre de 1793, cuando Pinel decide despojar de las cadenas que – como se acostumbraba – ataban a los internados del Hospital Bicetre, en Francia. Fue el psiquiatra Pinel quien afirmó que aquellas personas recluidas en oscuros y húmedos calabozos, no eran posesos de Lucifer, sino simplemente enfermos.
Hacia fines de ese siglo XVIII se afirma la separación de la Ciencia de los puntos de vista religiosos. Análisis racional y creencia van tomando sus propios senderos y, entonces, cada vez menos frecuente se hace el diagnóstico de “posesión demoníaca.”
Hoy, ya adentrados en el Siglo Veintiuno, médicos, psicólogos y parapsicólogos contamos con suficientes respuestas racionales y científicas para la gran mayoría de los casos que fueron atribuidos a intervención de las fuerzas ocultas del Mal.
“Se decía antes que eran cosas del diablo; hoy se las llama neurosis“, afirmó ya iniciado el Siglo XX el sabio suizo Carl Gustav Jung.
Aunque la Psicología, la Parapsicología y la Psiquiatría demuestran que, salvo casos excepcionales, aquellas personas consideradas “endemoniadas” no tienen contacto alguno con Satán, a nivel popular todavía se sigue hablando de “posesión demoníaca” y en algunos cultos todavía se ofician exorcismos con regularidad.
El exorcismo consiste en la práctica de una fórmula ritual a través de la cual se que busca extraer una fuerza espiritual maligna que habita el cuerpo de la víctima que ha elegido. “Por lo que se refiere a los relatos no bíblicos, que a través de los siglos se refieren a casos de posesión demoníaca – explica el profesor de Teología Don Esteavo Bentencourt – sólo cuando ninguna explicación científica aclara tales fenómenos se puede pensar que, realmente, la persona está poseída por el demonio”.
La confusión popular está en que los síntomas tradicionalmente atribuidos a la posesión demoníaca siguen ocurriendo pero, al haber respuestas científicas, no es necesario apelar al demonio como explicación. Los casos que podrían tomarse como “posesión demoniaca” suelen no ser otra cosa que enfermedades psíquicas o hechos parapsicológicos. El sacerdote jesuita y célebre parapsicólogo español radicado en Brasil Oscar González Quevedo es concluyente al respecto: “Todos los fenómenos atribuidos al demonio en el transcurso de la Historia tienen hoy perfecta explicación para un profundo conocedor de la Parapsicología”. Y agrega: “Diagnosticar posesión demoníaca siempre fue tradición de aquellos que no son especialistas.”
La expresión “tiene el diablo en el cuerpo” – como explicación para el comportamiento de una determinada persona – perdió todo sentido. Para comenzar, preguntémonos: “¿por qué el “demonio” se calma cuando se le suministra una buena dosis de calmantes? ¿Será que el demonio también se calma con una inyección?”, se pregunta irónicamente el padre Quevedo.
Los síntomas que fueron signos de posesión demoníaca eran: hablar palabras en lenguas desconocidas, manifestar fuerzas superiores a la edad o las costumbres, revelar cosas distantes y ocultas. Todos esto es, en verdad, producto de fenómenos psicológicos o parapsicológicos muy concretos.
En Parapsicología denominamos “xenoglosía” a la capacidad de utilizar lenguas no practicadas ni estudiadas pero a las que se conoce merced al influjo de fenómenos extrasensoriales. La “xenoglosía” (conocida en la Biblia como “don de lenguas” puede explicarse, asimismo, en algunos casos por acciones psíquicas que en la actualidad conoce muy bien la Psicología de lo Inconsciente fundada a partir del Psicoanálisis.
Revelar cosas distantes y ocultas (hecho frecuente en supuestas “posesiones”) es lo que en Parapsicología llamamos “clarividencia” y tiene su origen en el área extrasensorial.
Manifestar en apariencia “fuerzas superiores” (tales como pueden verse en las películas de ficción) es un hecho conocido por la Psicología y la Psiquiatría. Se trata de “sansonismo” En un proceso de este tipo un individuo – aún de cuerpo débil – difícilmente pueda ser controlado por varias personas fuertes físicamente.
Las estadísticas siempre demostraron que las “posesiones” son más frecuentes en mujeres (en varones mucho menos); sobre todo en el período de pubertad o adolescencia. Lo que se debe, sin dudas, a los procesos del psiquismo profundo que ocurren en esos tiempos de conformación de la personalidad. Cuestiones que la Psicología moderna tiene suficientemente aclaradas, no siendo necesario intentar explicarlas por la supuesta intervención del demonio. Sólo esporádicamente tales sintomatologías aparecen en jóvenes y adultos.
Mover objetos sin tocarlos, ni que medie alguna fuerza física conocida, fue uno de los tantos síntomas que, en siglos pasados, determinó enseguida el diagnóstico de “posesión diabólica”. Hoy los parapsicólogos conocemos que se trata del fenómeno parapsicológico de “psikinésis”, también llamada “telekinesis” o “psicokinesis”. El primer caso investigado científicamente data de 1.846 y tiene como protagonista a Angelique Cottin, de 14 años, quien llamó la atención de su familia, vecinos y cura del pueblo cuando “encantó” la casa donde vivía, en Bougvigny (Orne, Francia). Una mesa pequeña que estaba cerca de ella comenzó a moverse sin causa aparente y otros objetos realizaron movimientos increíbles. Las discusiones empezaron cuando el cura de la aldea no accedió a suministrarle el exorcismo: “Esto no se debe al demonio’,” dijo. Angelique fue enviada a París. Los especialistas declararon que los fenómenos que producía la joven resultaban auténticos.Luego, un prestigioso científico, el doctor J. E. de Mirville, analizó el caso y afirmó que los fenómenos psikinéticos experimentados por la niña era reales.
Cuando hay un familiar o alguien conocido que tiene sintomatología que lleva a pensar en una presunta posesión, no hay que recurrir a un exorcista. Eso tuvo sentido en la Edad Media. En la actualidad lo importante es dirigirse al parapsicólogo, quien cuenta con suficiente conocimiento para discernir al respecto. El parapsicólogo determinará si se trata de un fenómeno parapsicológico o de otra índole. De ser un hecho parapsíquico los parapsicólogos podemos ocuparnos. En caso que sea de naturaleza psicológica se pedirá la intervención del psiquiatra o del psicólogo. Y, en la situación excepcional de que en verdad no haya otra explicación que la espiritual, entonces se pedirá la intervención del sacerdote exorcista; que aún los hay y muy eficaces. Por que como expresa Hamlet “hay más cosas en el cielo y en la Tierra que las que pueda soñar tu filosofía.”