Es suficiente leer algunas páginas de “Misteriosa Buenos Aires”, “Bomarzo” o “El Escarabajo” para comprender cuanto interés despertó en Manucho la esfera de “lo Oculto”. Sueños, presagios, anticipaciones, coincidenciassignificativas, resultaron objeto de su especial atención.

casa2El autor de “Aquí vivieron”  junto a su esposa Ana de Alvear, fijó su residencia a partir del año 1969 (coincidiendo con la fecha en que se jubiló como periodista en el diario La Nación de Buenos Aires) en El Paraíso, una señorial residencia edificada apenas unos metros por encima de la base de un monte verde, frente a una calle angosta, con árboles a cada lado. El Paraíso se encuentra enclavada en Cruz Chica (Córdoba), pequeña localidad del Valle de Punilla distante tres kilómetros de La Cumbre, próxima a la ruta que lleva de Villa Carlos Paz a Capilla del Monte. La edificación data de principios del Siglo XX. Los jardines que la rodean fueron proyectados por el famoso paisajista Carlos Thays. Se trata de una zona, por lo habitual, húmeda, de mañanas neblinosas. La vegetación es exuberante y, en algunos sitios, ramas de árboles centenarios se derraman sobre el camino provocando sensaciones fantasmagóricas.

 

tapizDE TALISMANES Y AMULETOS.


Mujica Lainez ha sido calificado en varias ocasiones de supersticioso. No es éste nuestro parecer. Entendemos que, en verdad, fue de las personas sinceramente interesadas en el universo de lo esotérico. Sus conocimientos le permitieron comprender el valor de objetos con características especiales. Saberes ajenos al común de la gente.
La visita al primer piso de la mansión es muy reveladora. Manucho instaló allí su dormitorio en una habitación amplia, ventilada y austera. Cama de dos plazas con respaldo de hierro, un escritorio y un simple armario de madera para la ropa de uso más frecuente. Escribía a mano por las mañanas, le llevaban el desayuno y, al mediodía en punto, recibía el almuerzo. Recién por la tarde, bajaba. Y volvía a subir después, ocupado en pasar a máquina los borradores pensados horas antes.
Puerta por medio, está el baño. Paredes desnudas, lavatorio con pié, gran bañadera. El autor de “Los cisnes” expresaba que era ese el lugar de la casa donde tenía la sensación de mayor desprotección. Por eso, colocó allí buena parte de sus talismanes y amuletos.

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La colección de objetos mágicos colgados en la desnuda pared de ese baño está constituida, mayoritariamente, por “figas”. Se trata de pequeñas artesanías de madera representando una mano que aprisiona el pulgar entre el índice y el dedo mayor, típicas del esoterismo brasileño. La de mayor tamaño tiene un largo de, aproximadamente, dos manos humanas extendidas una tras otra.
Son amuletos a los que se les atribuye poderes para evitar la acción de fuerzas negativas o desarmonizantes. Otros, de diverso origen, son talismanes: sirven para convocar la acción de fuerzas de la luz con las cuales se hace posible asegurar la concreción de los deseos positivos.
El conjunto está conformado por veintiocho figas, cinco cuadritos con imágenes referentes al culto umbanda, cuatro manos abiertas y una lámina contra el “mal de ojo” con inscripciones en idioma árabe. Colgada,
igualmente, sobre la pared: un yeso de la mano de Manucho.
Próximo, hay otro cuarto, que se usaba para huéspedes, que ahora tiene vitrinas. En ellas se dispersan anillos, amuletos contra el mal de ojo griegos y africanos y otros objetos esotéricos.

esculturaDIVINIDADES Y FIGURAS DIABOLICAS.


En otras salas hay más testimonios del interés del autor de “El viaje de los siete demonios” por las esferas espirituales. En una de las habitaciones, próximo a la entrada de planta baja, hay un mueble macizo de sacristía, con tres cajones, originario del Siglo XVII, donde los sacerdotes podían guardar extendidas – evitando dobleces y arrugas – sus cazullas. Sobre ella, cinco figuras orientales de porcelana.
En el cuarto enfrentado, sobre una de las chimeneas fue incrustada una estela funeraria, procedente de Manchuria, de noventa kilos, en cuyo reverso tiene una maldición condenando a quien la robe. Sobre la chimenea cinco huacos antropomorfos de la cultura Chancay (siglo IX) que se extendió por el norte de Perú y Ecuador. Probablemente fueron utilizados para ceremonias rituales.
En la misma habitación se exhiben numerosas figuras, originarias de diversos sitios del mundo, unas más antiguas que otras. Unas representan deidades, la mayoría son imágenes diabólicas. Adherido a una de las paredes hay un bastón, de algo más de dos metros de largo, que fuera utilizado, en Europa, hace siglos, por un monje mendicante. Finalmente, la mirada se deposita sobre una muñeca: atrae por su fealdad.
Procede de un enterratorio peruano.

En 1982 Mujica Láinez publicó otra de sus novelas – El Escarabajo – inspirada en un anillo de piedra azul y engarce de oro puro que, todos quiénes frecuentaban al autor, conocían. Manucho, que estaba dotado de una
magnífica fantasía, creaba y recreaba situaciones – unas más enigmáticas que otras – sobre el anillo, que lucía en el dedo anular de su mano izquierda.
Por ello es difícil separar la ficción de la realidad en lo que hace a esta pieza. Hay – empero – un acuerdo en aceptar que la piedra es una antigüedad de origen egipcio que lleva labrado al coleóptero considerado sagrado en tiempos del imperio.
En  una de las vitrinas de El Paraíso, junto a varios de sus bastones (se destaca el de caña laqueada ocultando un estoque de acero afilado) se encuentra el peculiar anillo y otro de oro macizo, de sello, igualmente muy
usado por el elegante escritor. Hay quiénes sostienen que la piedra azul tiene propiedades ocultas ya que, en cada solsticio y en los equinoccios, despide un fulgor que protege a quien – en ese preciso instante – se
encuentra más próximo. Si fuera posible consultar a Manucho sobre esta historia, seguramente apócrifa, sólo habría sonreído con su estilo enigmático, cordial, seductor y alegre. Ya una vez había dicho: “No he resistido a la tentación de rodearme de ángeles, lo cual es muy explicable en un viejo pecador”.