Por Antonio Las Heras
Hacia 1970 no era cosa sencilla hablar de Parapsicología en la Argentina. Era un tema árido por lo bastante desconocido a nivel académico y universitario así como mal interpretado (cosa que aún sigue ocurriendo) en el orden popular y de los medios masivos de difusión. En el imaginario popular la Parapsicología era asociada a cuestiones de ocultismo, espiritismo (comunicación con los muertos), adivinación y esoterismo.
Por aquellos días el periodista Nicolás “Pipo” Mancera (un gran interesado por todo lo paranormal, desde los ovnis hasta las curaciones milagrosas) solía llevar – cada tanto meses – a su programa “Sábados Circulares” al sacerdote jesuita Oscar González Quevedo, radicado en San Pablo (Brasil) y destacado parapsicólogo de prestigio internacional. Gonzalez Quevedo, en sus visitas, daba algunos cursos de introducción a la Parapsicología. En algunas universidades lo hacía el doctor J. Ricardo Musso, pionero argentino en la materia. A nivel popular quien daba cursos con frecuencia en diversos institutos situados en la zona céntrica de la ciudad de Buenos Aires era Juan-Jacobo Bajarlía (1914/2005), otro de los pocos pioneros de la Parapsicología en el país pero quien – además – se hubo destacado por estar a la vanguardia en otros temas igualmente controvertidos tales como la criminología y el surrealismo.
Bajarlía, abogado, periodista, escritor, novelista, cuentista, poeta, crítico de arte y literario, dramaturgo, polemista permanente, abogado especializado en Derecho Penal; cada vez que en una reunión se le pedía una definición de sí mismo, dejaba a un costado la pipa, miraba a los ojos de su interlocutor y aseguraba:
– Yo, ante todo, soy poeta y parapsicólogo.
En aquellos años de la década del setenta, sus cursos eran muy frecuentados por las características de los mismos. Combinaba la enseñanza teórica con ejercitaciones prácticas. Bajarlía conocía muy bien – tal vez por su condición de criminólogo – los trucos de que se valen aquellas personas que, por entonces, recorrían las provincias atribuyéndose poderes extrasensoriales y sorprendiendo a los incautos que ignoraban, en su buena fe, estar siendo engañados. También era un maestro en la práctica del Tablero Ouija así como de su versión casera “el vaso parlante.” Jamás olvidaré la ocasión en que – durante una conferencia colmada de concurrentes – una persona la desafió para que usando la “uija” dijera dónde se encontraba en ese mismo momento su hijo. Bajarlía no conocía al que hizo la pregunta. Fue la primera y única vez que se vieron.
Bajarlía pidió la colaboración de dos de sus discípulos, uno de los cuales era yo. Nos sentamos frente al tablero Ouija ante la atenta mirada de todos. Concentramos nuestras mentes por unos minutos, luego pusimos el dedo índice de la mano derecha sobre la Ouija y dejamos fluir… Para mí fue terrible porque una y otra vez se movía recorriendo las letras M, U, E, R y T en ese orden. Era claro que la palabra era: “Muerte.”
Terminada la práctica Bajarlía se puso de pié mientras sus discípulos permanecimos sentados en torno a la mesa mirando al que había hecho la pregunta. Yo sólo pensaba ¿qué haría Bajarlía en un momento así?
– De acuerdo a la ouija su hijo está muerto, fue lo que expresó el parapsicólogo con voz serena pero firme y segura.
El desconocido se levantó de su silla y mientras movía afirmativamente con su cabeza dijo:
– Si, es verdad. Yo lo sabía, claro. Murió hace dos años. Lo que pasa es que estaba convencido que todo esto era un engaño y que me dirían que estaba en tal o cual parte del mundo, o que se yo qué mentira. Veo que es verdad y que la Parapsicología es algo real.
Bajarlía ofreció conferencias sobre la temática en todos los lugares donde le fue ofrecido. Tuve oportunidad de acompañarlo en mesas redondas para hablar de Parapsicología en la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), en la Feria Internacional de Buenos Aires “El Libro del Autor al Lector”, en la Sociedad Hebraica Macabi, en el Club Náutico Hacoaj, en el Instituto Cursos Morris, en el Círculo de Estudios Avanzados (CEA) y tantos otros lugares que mi mente ahora olvida.
En 1976 prologó mi libro “Parapsicología y Ovnis.”
En 1981 fue cofundador y primer vicepresidente del Grupo Universitario de Estudios e Investigaciones en Parapsicología (GUEIP) y cuándo del 4 al 6 de setiembre de 1981 se realizó el Primer Congreso Argentino de Parapsicología en el auditorio mayor del Colegio San Juan Bautista de La Salle de la ciudad de Buenos Aires, que reunión unos 1.200 participantes, él también fue vicepresidente y expositor.
Publicó artículos en la revista Gaceta de Parapsicología, en Cuarta Dimensión que dirigía Fabio Zerpa (donde escribe una serie titulada “Las palabras en Parapsicología”) y Magazine; en los diarios La Capital (Mar del Plata), La Prensa (Buenos Aires) y La Gaceta (Tucumán), participó en programas de radio y televisión.
Fue miembro de la comité organizador y expositor en el Primer Congreso Latinoamericano de Parapsicología (1982), en el Segundo (1984), en el Primer Iberoamericano (1985) así como en muchos otros realizados en la Argentina. En todas las ocasiones expuso resultados de sus investigaciones, las más vinculadas a los estados alterados de consciencia, los fenómenos extrasensoriales y el proceso creador.
Bajarlía estaba convencido que los fenómenos parapsicológicos (extrasensoriales y psikinéticos) son producidos por un factor innato de lo humano. Y qué vegetales y animales son influenciados por tal factor pero que no lo poseen. Por eso – explicaba – cuando un perro aúlla lastimero en la noche mientras muy lejos, en el hospital, está agonizando su amo, no es que el animal tenga capacidades telepáticas, sino que el moribundo le está transmitiendo y el perro percibe que algo está mal.
En coincidencia con otros parapsicólogos pioneros como el sacerdote jesuita Enrique Novillo Paulí (nacido en Córdoba y discípulo del Dr. Joseph Banks Rhine, titular de la primera cátedra universitaria de Parapsicología en Duke University) Bajarlía aclaraba que el real objeto de estudio de los parapsicólogos no es otra cosa – y nada menos – que el espíritu.
– Las investigaciones de laboratorio permiten constatar que esta función humana prescinde del tiempo, de la distancia y de la materia. Siendo así, ¿cómo se puede designar a algo con tales características? Espíritu, no hay otra palabra. Los parapsicólogos estudiamos el espíritu y hemos comprobado que el espíritu existe.
Juan-Jacobo Bajarlía no dudaba ni por un momento en la existencia de un alma inmortal y que el tránsito terrestre es – como afirmaba Platón – la verdadera muerte.
El 2 de mayo de 2005 el programa de actividades culturales de la Feria Internacional de Buenos Aires “El Libro, del Autor al Lector” anunciaba para las 15 horas un acto oficial de la Fundación El Libro (entidad organizadora de la feria): Diálogo: Conversaciones con Juan–Jacobo Bajarlía sobre poesía, ciencia ficción y Parapsicología, con Antonio Las Heras. En la sala Leopoldo Lugones.
Nunca olvidaré aquella ocasión, con la sala ocupada a pleno, y un público en su mayoría joven, veinteañero. Cuando llegó el momento de dar lugar a las preguntas el interés por los temas poéticos rivalizaba con la ciencia ficción y la Parapsicología. Todo interesaba. Bajarlía quien tenía, entonces, 91 años de edad, respondió tema por tema interrumpido por aplausos casi todo el tiempo. Agradeció en silencio, sonriendo y pasaba a la respuesta siguiente. Falleció semanas después, el 22 de julio.
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo, parapsicólogo y escritor. e mail: alasheras@hotmail.com