Podemos leer un libro de un modo ligero, superficial, tipo “reloj de arena“  prestando una especial atención a aquello de lo cual nos informamos y deteniéndose en su contenido; o podemos hacerlo en forma hermenéutica y buscar decodificar sus mensajes aunque también podemos leerlo dentro de una tercera modalidad, que es la mayéutica el método propio Sócrates, que nos conducirá a descifrarlo para comprender su sentido.

Esta última modalidad de lectura nunca se detiene exclusivamente en lo impreso y tiene en cuenta los “hiatus” o blancos, lo que no está expresado en palabras para configurar un texto.

Entonces, mientras con nuestra mirada desciframos los indicios y signos escritos, escuchamos el “decir silencioso” de lo no escrito, pero presente en el texto.

Más allá de los datos historiográficos, Antonio Las Heras, especializado en personajes de nuestros “suelos”, hace surgir sus potenciales espirituales que escarbaron en la pluma de los llamados historiadores; potenciales que ponen al descubierto ciertos aspectos esotéricos de esas notables personas, que la “conserva cultural” rígida y broncínea no supo transmitirnos.

Este es un libro que respira, y su hálito provoca que esos “hiatus” sean absorbidos en dimensiones emocionales e intelectuales del lector.

Así ocurre con Ricardo Güiraldes en su búsqueda de su emoción espiritual, fundado en la adquisición de vivencias místicas. Y, para ello, practicó rituales con el objeto de lograr el éxtasis; es decir, la contemplación de la divinidad.

Su obra Don segundo Sombra, llamado como mito de lo criollo argentino, el Resero, más genuino que “el gaucho”, relata la historia de El Reserito quien, a través de pruebas iniciáticas influidas por el Viejo Sabio, Don Segundo, se habrá de convertir en el Héroe Solar, o sea de Arquetipo del Héroe, por ende, universal y transpersonal.

Güiraldes, durante toda su vida y su obra, ha sido poseído por una fuerza interior, que no flaquea, como el Rey Lear de Shakespeare, que luchó, y toleró toda clase de inquietudes y de incertidumbres, luchando con tormentos y tormentas, y los cuatro elementos y Guiraldes a pesar de los abismos inciertos de tinieblas, descendió a los infiernos, y salió de él mediando la vivencia de lo numinoso, llevando su espíritu hacia lo Absoluto.

El pincel del autor llega a las altas cumbres cuando aborda a Leopoldo Lugones, el Lugones desconocido y secreto que se dedicó al esoterismo, radiestesia, Homeopatía, y la Metapsíquica, hoy llamada Parapsicología, todo ello dentro de la totalidad de la Teosofía de Madame Blavastsky, pero siempre en la cosmovisión del Espiritismo y la Masonería.

La casa, la caverna, símbolo de la Gran Madre protectora, es una nota que – como un adagio- nos brinda este libro de Antonio Las Heras. Esa casa, que personalmente hemos visitado hace tres décadas, nos inspira un denso misterio, y sí, en verdad, encierra fuerzas ocultas, mágicas y secretas. Es la casa de Manuel Mujica Laínez, donde vibra en todos sus ámbitos, un universo esotéricos, con divinidades diabólicas, con máscaras, amuletos y talismanes, que componen una esfera espiritual dionisiaca. La casa se encuentra en Cruz Chica (Córdoba) y se llama “El Paraíso.”

Y después de develar algunos aspectos de José Hernández y la Masonería en los tiempos de Sarmiento, encontramos el recorrido sombrío de Ernesto Sábato, donde en “Héroes y tumbas”, un mito universal, pero anclado en nuestro “suelo”, Sábato despliega el ciclo del héroe de Martin, quien desde los infiernos sombríos – La nigredo alquímica – se eleva por encima de los incestuosos Fernando Vidal Olmos y Alejandra, e inicia su proceso iniciático hasta llegar a “ser quien es“.

Juan-Jacobo Bajarlia ha sido como hombre y escritor, un ser absorbido por un mundo fantástico, un ser excepcional que encontraba las criptas secretas de los hombres y de la historia: veía no con los ojos físicos, sino con aquello que no se ve, todo en un ámbito mágico, de humorismo delirante y de misterio.

Personalmente éramos amigos y compartíamos el grupo de escritores surrealistas, con personas como Olga Orozco, Enrique Molina, Edgar Bayley, Carlos Latorre, Madariaga y otras grandes personas todas; habitantes del Misterio y de la Angustia.

Las Heras luego, recibe el reino de la nueve musas, quienes pactaron fundirse en un poeta romántico español: Bécquer, el poseído por la belleza quien también habita en el ámbito numinoso e impregnado del Amor (el Ágape).

Completamos estas líneas con la carta que recibe Kazantzakis, de un amigo de Zorba donde le expresa la muerte de éste:

“En la agonía, Zorba me llamó y me dijo: ven maestro de escuela, tengo en Grecia un amigo, Mikos.

“Cuando me muera escríbele y dile que hasta el poster instante conservé todos mis sentidos y que pensé en él. Que todo cuanto hice, no lamento. Que deseo que goce de buena salud y dile, también, que hora es que asiente el juicio. Escucha además: Si viniera un pope con intención de confesarme y administrarme los sacramentos, ordénale que se marche al punto. Muchas cosas hice en mi vida; sin embargo, no ha sido bastantes. Hombres como yo debían vivir mil años.”